domingo, 29 de noviembre de 2009

Conservadores o Liberales


CUANDO EN LA FRANJA ELECTORAL APARECE UNA PAREJA HOMOSEXUAL QUE PIDE RESPETO, VOLVEMOS A ALIENARNOS Y TRATAMOS DE ALLEGAR AGUA A NUESTROS MOLINOS, Y SE ESCUCHAN ANATEMAS Y AMENAZAS CONSEVADORAS Y TAMBIÉN GRITOS DE JÚBILO LIBERALES.
Luis Larraín


Somos conservadores o liberales; vamos por la vida con la comodidad de esas etiquetas que nos protegen de preguntas difíciles; reforzamos nuestra identidad con la pertenencia a alguna de esas tribus. Nos juntamos con los iguales y escuchamos encendidos argumentos que aplacan nuestras dudas. Hasta que pasa algo inesperado.


Somos conservadores, adscribimos a determinadas conductas en materia social, cultural, sexual, nos ufanamos de nuestras certezas acerca de ellas; pero de pronto nos conmueve el dolor y humillación que siente ante nuestro juicio quien por diversas razones no se comporta como pensamos que debe hacerlo. Así, a partir de la experiencia de alguien cercano entendemos los dilemas que han vivido quienes han fracasado en sus matrimonios y se enfrentan a la posibilidad de construir una nueva relación; contemplamos lo difícil que se torna la vida para una adolescente embarazada; somos también capaces de prestar oídos al clamor por dignidad de quienes tienen una condición sexual distinta. Comprendemos su rebeldía frente a la exclusión y entonces ya somos menos conservadores.


Somos liberales, queremos que cada persona decida libremente qué va a consumir con el dinero que tiene, qué va a producir con los recursos que logre juntar, cómo se va a comportar durante las horas de su tiempo libre, sin que nadie pueda decirle ni imponerle nada; y entonces nos desgarra el alma ver a un joven atrapado y destruido por una adicción; o nos conmueve la indefensión de niños que viven en la miseria; o nos surge la duda acerca del daño a los demás que puede ocasionar una actividad productiva. Comprendemos que en ocasiones la libertad debe tener límites, y entonces ya somos menos liberales.


Somos conservadores y seguimos las enseñanzas de algún credo religioso, nos ajustamos con rigor a sus preceptos acerca de las conductas humanas, hasta que nos damos cuenta que por una aplicación demasiado inflexible de esos preceptos estamos faltando a virtudes religiosas fundamentales; o simplemente estamos negando algo tan central como la verdad. Y entonces tomamos conciencia de nuestras contradicciones.


Somos liberales y afirmamos con orgullo nuestro carácter libertario y criticamos con dureza a quienes tratan de imponer a los otros su ideario conservador, y de pronto nos sorprendemos utilizando al Estado para obligar a todos los ciudadanos a comportarse como lo prescribe la opción en boga, lo "políticamente correcto". Pretendemos forzar a las instituciones públicas y privadas a seguir los preceptos de la moral oficial y proclamamos exigencias del Estado laico y pedimos sanciones y exclusiones para quienes se oponen a la tiranía de la mayoría. Y entonces avizoramos los límites de nuestro liberalismo.


Seamos conservadores o liberales, no digo que no; tengamos convicciones y luchemos por ellas, pero no olvidemos lo esencial. Porque si somos conservadores y seguimos las enseñanzas de una iglesia es porque hemos abrazado la causa del amor y de la verdad, y jamás debiéramos faltar a ellos en la relación con nuestros semejantes. Porque si somos liberales y creemos en la autonomía de la voluntad es porque queremos ver hombres libres, pensantes y tolerantes, sin la tutela de popes laicos o jacobinos que dictan pautas sobre los pensamientos, creencias y conductas que son aceptables para la verdad oficial.


Cuando en la franja electoral aparece una pareja homosexual que pide respeto, volvemos a alinearnos y tratamos de allegar agua a nuestros molinos, y se escuchan anatemas y amenazas conservadoras y también gritos de júbilo liberales. Es que somos Capuletos o Montescos y estamos orgullosos de nuestra estirpe, despreciamos a los de la otra vera; hasta que siendo Montescos nos enamoramos de una Capuleto y vemos ya de manera distinta el mundo.
Con esa nueva mirada podremos ver que conservadores y liberales podemos unirnos en el respeto a los demás y que lo esencial, aquello que a veces es invisible a los ojos, es que seamos hombres y mujeres de buena voluntad.



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