domingo, 29 de noviembre de 2009

Conservadores o Liberales


CUANDO EN LA FRANJA ELECTORAL APARECE UNA PAREJA HOMOSEXUAL QUE PIDE RESPETO, VOLVEMOS A ALIENARNOS Y TRATAMOS DE ALLEGAR AGUA A NUESTROS MOLINOS, Y SE ESCUCHAN ANATEMAS Y AMENAZAS CONSEVADORAS Y TAMBIÉN GRITOS DE JÚBILO LIBERALES.
Luis Larraín


Somos conservadores o liberales; vamos por la vida con la comodidad de esas etiquetas que nos protegen de preguntas difíciles; reforzamos nuestra identidad con la pertenencia a alguna de esas tribus. Nos juntamos con los iguales y escuchamos encendidos argumentos que aplacan nuestras dudas. Hasta que pasa algo inesperado.


Somos conservadores, adscribimos a determinadas conductas en materia social, cultural, sexual, nos ufanamos de nuestras certezas acerca de ellas; pero de pronto nos conmueve el dolor y humillación que siente ante nuestro juicio quien por diversas razones no se comporta como pensamos que debe hacerlo. Así, a partir de la experiencia de alguien cercano entendemos los dilemas que han vivido quienes han fracasado en sus matrimonios y se enfrentan a la posibilidad de construir una nueva relación; contemplamos lo difícil que se torna la vida para una adolescente embarazada; somos también capaces de prestar oídos al clamor por dignidad de quienes tienen una condición sexual distinta. Comprendemos su rebeldía frente a la exclusión y entonces ya somos menos conservadores.


Somos liberales, queremos que cada persona decida libremente qué va a consumir con el dinero que tiene, qué va a producir con los recursos que logre juntar, cómo se va a comportar durante las horas de su tiempo libre, sin que nadie pueda decirle ni imponerle nada; y entonces nos desgarra el alma ver a un joven atrapado y destruido por una adicción; o nos conmueve la indefensión de niños que viven en la miseria; o nos surge la duda acerca del daño a los demás que puede ocasionar una actividad productiva. Comprendemos que en ocasiones la libertad debe tener límites, y entonces ya somos menos liberales.


Somos conservadores y seguimos las enseñanzas de algún credo religioso, nos ajustamos con rigor a sus preceptos acerca de las conductas humanas, hasta que nos damos cuenta que por una aplicación demasiado inflexible de esos preceptos estamos faltando a virtudes religiosas fundamentales; o simplemente estamos negando algo tan central como la verdad. Y entonces tomamos conciencia de nuestras contradicciones.


Somos liberales y afirmamos con orgullo nuestro carácter libertario y criticamos con dureza a quienes tratan de imponer a los otros su ideario conservador, y de pronto nos sorprendemos utilizando al Estado para obligar a todos los ciudadanos a comportarse como lo prescribe la opción en boga, lo "políticamente correcto". Pretendemos forzar a las instituciones públicas y privadas a seguir los preceptos de la moral oficial y proclamamos exigencias del Estado laico y pedimos sanciones y exclusiones para quienes se oponen a la tiranía de la mayoría. Y entonces avizoramos los límites de nuestro liberalismo.


Seamos conservadores o liberales, no digo que no; tengamos convicciones y luchemos por ellas, pero no olvidemos lo esencial. Porque si somos conservadores y seguimos las enseñanzas de una iglesia es porque hemos abrazado la causa del amor y de la verdad, y jamás debiéramos faltar a ellos en la relación con nuestros semejantes. Porque si somos liberales y creemos en la autonomía de la voluntad es porque queremos ver hombres libres, pensantes y tolerantes, sin la tutela de popes laicos o jacobinos que dictan pautas sobre los pensamientos, creencias y conductas que son aceptables para la verdad oficial.


Cuando en la franja electoral aparece una pareja homosexual que pide respeto, volvemos a alinearnos y tratamos de allegar agua a nuestros molinos, y se escuchan anatemas y amenazas conservadoras y también gritos de júbilo liberales. Es que somos Capuletos o Montescos y estamos orgullosos de nuestra estirpe, despreciamos a los de la otra vera; hasta que siendo Montescos nos enamoramos de una Capuleto y vemos ya de manera distinta el mundo.
Con esa nueva mirada podremos ver que conservadores y liberales podemos unirnos en el respeto a los demás y que lo esencial, aquello que a veces es invisible a los ojos, es que seamos hombres y mujeres de buena voluntad.



lunes, 23 de noviembre de 2009

La hora de los liberales: Carlos Peña


El viernes, la Conferencia Episcopal realizó su asamblea plenaria. E hizo público un documento pastoral. En él instó a los políticos a "apoyar la familia" y no dejarla a merced de "minorías bulliciosas u ocasionales". Se trataba, explicó Monseñor Goic, de que promovieran "la unión de un hombre con una mujer".

Casi a la misma hora, Piñera adelantó el capítulo de su franja en que aparece conversando con una pareja gay, integrante de eso que los obispos llaman "minoría bulliciosa". Ellos reclaman que se les trate con respeto y Piñera asiente, comprensivo.

Ahí tiene usted. Inédito.


La derecha -hasta ahora hegemonizada por los conservadores- emitiendo un mensaje en perfecta contradicción con la Iglesia.

¿Qué puede explicar eso que podría parecerse algún día -guardando las proporciones- a ese Viernes Santo en que Suárez legalizó a los comunistas?

Lo que ocurre es que ha surgido una porción influyente de electores que ya no ordenan sus preferencias por los viejos clivajes de la derecha y la izquierda, el Sí y el No, sino por el grado de liberalismo y modernidad que perciben en los candidatos. Y si Piñera quiere ganar -y quiere- debe atraerlos.

Los viejos clivajes siguen, por supuesto, orientando a buena parte de los electores. Todavía el respetable público se eriza -de horror o de nostalgia, según los casos- frente al menor recuerdo de la dictadura. Pero al lado de esa mayoría -que por sí sola no da el triunfo a ninguno- ha surgido una porción de votantes que se ajizan frente a otras cosas.

Y ellos decidirán el resultado de la segunda vuelta.

Se trataría -según lo muestran las encuestas- de hombres y mujeres que son liberales en los llamados temas valóricos: apoyan la distribución de la píldora, admiten la despenalización de ciertas formas de aborto, la homosexualidad no les parece vergonzante, no creen que la admisión del divorcio refleje una crisis moral, creen en las virtudes de la meritocracia. Se ríen, en una palabra, de los peces de colores. Son profesionales jóvenes, con poca aversión al riesgo, confiados en sí mismos.

Son, en una palabra, los hijos de la modernización.

Piñera lo sabe y de ahí su empeño en poner a una pareja homosexual en su franja y de aventar a las figuras del pinochetismo. También lo sabe Enríquez-Ominami y de ahí su insistencia -irá en aumento- de llamar a Piñera el candidato de los ultraconservadores. Ambos advierten que, en el margen, ese voto liberal podría decidirlo todo.

El único que no ha advertido nada de todo esto es Frei: el hombre de pocas palabras.
A juzgar por su franja -ya que no por su discurso que ha preferido mantener en secreto-, se ha empeñado en asegurar el voto que le conferiría el segundo lugar: el del pueblo concertacionista, ese que se emociona con el recuerdo de estos años.

Pero una vez que pase a la segunda vuelta, Frei tendrá que volver la mirada a esos otros sectores. Y lo mismo le ocurrirá, con mayor intensidad incluso que este viernes, a Piñera.
Ahí será la hora de los liberales.

La segunda vuelta -con prescindencia de quien gane- podrá marcar entonces un giro de largo plazo en la política chilena.

Los sectores conservadores de la derecha tendrán que retroceder. Y los liberales dejarán de dar un paso adelante y dos atrás y podrán cambiar, por vez primera en un siglo, el rostro de ese sector político. Si Piñera lo hace, habrá pasado a la historia.

En la Concertación, a su vez, perderán fuerza todos los que descreen de la modernización de estos años y aquellos otros que todavía se aferran a un cierto conservantismo moral. Será, en especial, una dura prueba para la Democracia Cristiana.

Si lo anterior ocurre -si la hora de los liberales llega-, la segunda vuelta se recordará por mucho tiempo como el momento en el que -según profetizó Marx- el cambio en las condiciones materiales de existencia de los chilenos comenzó a producir transformaciones culturales.
Los días en que -para algunos- todo lo sólido comenzó a desvanecerse en el aire.
Fuente: Mercurio
Foto: Viento Liberal

jueves, 19 de noviembre de 2009

EL LIBERALISMO


Por: PABLO RIOS CIAFFARONI

Aunque el liberalismo es más que una teoría económica o política, no es, sin embargo, una ideología. Lo peculiar del Liberalismo es precisamente eso: no se trata de una ideología sino del moderno afán de independizarse de todas las ideologías y hacer del propio punto de vista una concepción del mundo autónoma y libre. No hay doctrina liberal: cada liberal reinventa el liberalismo y lo recrea. El liberalismo no es una teoría a seguir.

El liberalismo nace con la modernidad, y poco a poco ha ido adaptándose al transcurso del tiempo y siendo incorporado en los corazones de los pueblos.

Toda ideología es un mecanismo de poder mediante el cual un individuo o grupo, impone o trata de imponer sistemáticamente-mediante una doctrina o teoría- su concepción a los demás. Con esto les ahorra la trabajosa tarea de pensar con su propia cabeza y elaborar su propia concepción; al costoso precio de aplazar indefinidamente el descubrimiento de su peculiaridad individual y la gestación de su madurez global. Las ideologías (al igual que las religiones) promueven cierta pueril dependencia. El pastor depende del rebaño, el rebaño del pastor.

El dogmatismo, está íntimamente ligado a la ideología. Es verdad, porque lo dice la autoridad de turno, y sus “argumentos” están basados exclusivamente en el “criterio de autoridad”.

Las ideologías, son las cadenas de los nuevos esclavos. El liberalismo no es una nueva ideología de los tiempos modernos, una nueva escolástica, un nuevo “ismo”, a pesar de su nombre; es una perspectiva abierta, creativa e independiente, un estado de ánimo y una visión, una manera de pensar y ser, un permanente autodescubrimiento, una forma de vida.

Que el liberalismo no sea una ideología no significa que carezca de ideas. El liberal no es producto del adoctrinamiento sino de la crítica, de la razón, de la duda , de la desconfianza, frente a las doctrinas, dogmas, iglesias, sectas o partidos.


Para Agustín Squella ; “ todas las libertades tienen un límite, algo así como una línea del horizonte, que no debemos traspasar (la libertad para mover mis puños termina justo ahí donde comienza la nariz de mis semejantes), liberal es quien procura empujar, más allá de la línea del horizonte, ampliando así el espacio de libertades, mientras que conservador es el que intenta atraer más acá esa misma línea, achicando el ámbito de libertades”.

En cambio para Carlos Peña la diferencia entre conservador y liberal radica en ; “Si un conservador cree que la homosexualidad es una forma de vida torcida, se resista, al mismo tiempo aceptar que se le reconozca en la esfera pública. Si la homosexualidad no es buena para mí (piensa el conservador), entonces no es justo que se admita para los demás. Un liberal, en cambio puede creer que la homosexualidad no es buena para él; pero pensar al mismo tiempo, que es justo admitirla para los demás, si ellos conforme a su propio discernimiento, han decidido llevarla adelante.”

Al final de cuentas, existen tanto Liberales, como concepciones alcances y definiciones del concepto, y como todo valor no es absoluto, la libertad como tal, tampoco lo es. La libertad puede llegar a significar un lujo de los tiempos modernos, o tan solo una conquista de cada día.

martes, 17 de noviembre de 2009

Tolerancia Liberal

Liberales trabajando por la tolerancia y respeto de las personas.





sábado, 14 de noviembre de 2009

Los genes que determinan si un cerebro es liberal o conservador

Todo ser humano trae consigo una marca imborrable que lo predispone a una u otra tendencia.
por Marcelo Córdova, para el Suplemento de Tendencias - 14/11/2009


Tenía 35 años cuando se decidió a investigar su pasado. Sólo algunos meses después de nacer había sido adoptado por una familia británica conservadora, cuyo gusto por el arte había hecho que las ocupaciones de casi todos sus integrantes fluctuaran entre la música clásica y la pintura. Pero él no. El había optado por la política y nada menos que en la fracción más liberal del partido laborista. Claro que ni siquiera esa evidente diferencia de intereses preparó a Matthew Taylor -hoy miembro del parlamento inglés- para un hallazgo que él mismo describió como "impresionante".


Su madre biológica vivía en Nueva Zelanda y había formado otra familia. Y cuando la contactó, logró entender mucho de su propia vida: su bisabuelo -Sir Percy Harris- había sido uno de los pocos parlamentarios del Partido Liberal Demócrata que se mantuvo hasta 1945 y uno de los más férreos defensores del voto femenino igualitario. "En ese momento sentí que todo lo que creía sobre mí se trastrocó totalmente. En la batalla entre la naturaleza y la crianza, la primera resultó vencedora. Heredé características como la voluntad de resistirse al estatus quo. Por lo que sé, ese también era un rasgo de mi bisabuelo biológico", dijo Taylor a The Times.

Hasta pocos años, el relato de este parlamentario británico no pasaría de ser una sorpresiva coincidencia biográfica, porque las investigaciones sobre el origen del pensamiento político se habían centrado en las influencias culturales y del medioambiente. Es decir, en la crianza.

Pero todo cambió en esta década. De la mano del surgimiento de técnicas de resonancia magnética y los estudios sobre el ADN, comenzó a tomar forma una nueva corriente de investigación que terminaría dando un sustento científico a historias como la de Taylor, donde la naturaleza es la que prevalece. Porque lo que la ciencia comienza a demostrar es que ser liberal o conservador no sólo depende del colegio donde estudiamos, de los amigos que tenemos o del medio social en que nos tocó crecer. No. Todo ser humano trae consigo una marca imborrable que lo predispone a una u otra tendencia: sus genes.

"Son visiones tan profundamente arraigadas en nuestros cerebros, que intentar persuadir a una persona para que no sea liberal o conservador es como tratar de convencerla de que sus ojos no son negros", dice John Alford, cientista político de la Universidad de Rice, en Estados Unidos, cuyo estudio se convirtió en uno de los pioneros de un campo emergente llamado "fisiología política", que busca determinar los factores que influyen en las ideologías.

En 2005, Alford y sus colegas publicaron una investigación que reunía 20 años de estudios sobre genética del comportamiento, utilizando una base de datos con opiniones políticas de 30 mil gemelos separados al nacer y criados en ambientes distintos. Así se determinó que los gemelos idénticos (que comparten exactamente la misma composición genética) eran más propensos que los mellizos (cuyo genoma es similar sólo en 50%) a expresar las mismas respuestas sobre temas que hasta hoy dividen a conservadores y liberales, como el divorcio, el reclutamiento militar o el matrimonio. De hecho, al ser consultados sobre cuestiones como si las viviendas deberían estar sometidas a impuestos, el 80% de los gemelos idénticos dio la misma respuesta, mientras sólo el 66% de los mellizos coincidió.

El estudio también midió hasta qué punto las tendencias se traspasan entre las generaciones: "Las actitudes políticas y sociales son en un 50% hereditarias; por lo que se puede decir que las posiciones liberales y conservadoras tienen un fuerte componente genético", explica Alford. El otro 50% de nuestro pensamiento político surge a partir del ambiente en que nos criamos. Por eso, la mayoría de las personas no son absolutamente liberales ni conservadores. Si una persona nació con una genética liberal, pero se forma en un ambiente profundamente conservador, difícilmente ese liberalismo se expresará en su totalidad.

"El medioambiente influye de forma increíble en la ideología, pero si no consideramos la biología estamos dejando de lado la mitad de la historia", dice James Fowler, investigador de la Universidad de California.

Una vez que el peso genético fue validado, el siguiente paso era identificar los genes asociados a una tendencia política. En 2007, la U. de Illinois en Urbana-Champaign determinó una relación entre algunas variaciones del gen D4DR vinculado al comportamiento conservador. Y, otro estudio realizado por Fowler estableció que una variante de otro gen -llamado DRD4- nos predispone a ser liberales. Las implicancias de esta identificación de "genes políticos" podrían ser inmensas. Basta imaginar una sociedad donde el mapa del ADN de cada individuo está disponible. Corporaciones y partidos con acceso a la información adecuada podrían rastrear a individuos específicos, sabiendo que están predispuestos genéticamente a cierto tipo de propaganda.



LAS GRANDES DIFERENCIAS
Durante los últimos dos años, otra serie de investigaciones se ha ido adentrando en los mecanismos mentales de liberales y conservadores, demostrando que cada grupo tiene un funcionamiento cerebral diferente.

A través de exámenes de resonancias magnéticas, hoy la ciencia puede asegurar que los liberales son más abiertos al cambio, los conservadores más estructurados en su pensamiento y más persistentes en sus juicios. También, que los primeros tienen mayor capacidad para reconocer los conflictos, aunque los conservadores tienen más habilidad para racionalizar los problemas. Como si fuera poco, las emociones y la frustración están más presentes en los liberales, y los conservadores se muestran temerosos ante lo desconocido.

¿Cómo llegaron los científicos a estas conclusiones? En 2007, un estudio de las universidades de Nueva York y California entregó lo que, probablemente, es el mejor indicio de que liberales y conservadores tienen distintas formas de procesar información clave para la convivencia en una sociedad.

Los investigadores instalaron electrodos en la cabeza de 43 individuos (liberales y conservadores), que debían presionar un botón cuando en una pantalla vieran la letra "M" y no hacer nada cuando apareciera otro símbolo.

La "M" asomaba el 80% del tiempo, por lo que la escasa aparición de una "W" buscaba activar un mecanismo existente en la corteza cingulada anterior, una zona del cerebro que entrega al ser humano la capacidad de detectar los conflictos y elaborar una respuesta. Si bien liberales y conservadores fueron igualmente eficientes en reconocer la "M", los primeros registraron una mayor actividad cerebral y, por ende, fueron más certeros cuando aparecía la "W".

En otras palabras, una mayor actividad en dicha zona cerebral, explica David Amodio -sicólogo de la U. de Nueva York y líder del informe-, revela una mayor habilidad en la persona para detectar que algo no funciona bien en una sociedad y cambiarlo. La escasa actividad de esa zona en los conservadores revela un pensamiento más estructurado y con juicios más persistentes.

El hallazgo de Amodio se vio reforzado por otro de la U. de Nueva York, que con resonancias magnéticas estableció que los liberales muestran un nivel mayor de frustración y de reacciones emocionales ante los problemas sociales. Los conservadores, en tanto, evidenciaron una mayor capacidad para racionalizar los mismos problemas. "Nuestra investigación sugiere que las inequidades causan una mayor presión sicológica en los liberales que en los conservadores, aparentemente porque los liberales carecen de un nivel de razonamiento que los ayude a ver las inequidades bajo una luz positiva o, al menos, neutral", señalan los autores, Jaime Napier y John Jost.

Suma y sigue: en otro experimento se demostró que la gente que reacciona de forma más intensa a sonidos o imágenes amenazantes -ya sea pestañeando o sudando- es mucho más propensa a apoyar medidas políticas conservadoras. Y también son cuatro veces más proclives a sentir temor a la muerte.
"Una posible explicación es que los conservadores tienen mayor actividad en la zona cerebral de la amígdala -que controla la sensación de miedo-, pero indudablemente debe haber otras áreas involucradas", dice a La Tercera, John Hibbing, de la U. de Nebraska-Lincoln.

No hay uno sin el otro


¿Si la evolución es un proceso lento que necesita de siglos para generar cambios, por qué dotó al ser humano de genes que parecen afectar algo aparentemente efímero en términos evolutivos, como es la elección de un candidato liberal o conservador?

La pregunta la hace James Fowler, investigador de la Universidad de California. Y según explica a La Tercera, los estudios sugieren que durante millones de años, los humanos han desarrollado dos estilos cognitivos: el conservador y el liberal, precisamente para sobrevivir.

Mientras en las primeras sociedades, las posiciones más liberales y abiertas permitieron la cooperación en tareas esenciales como la cacería, con el paso del tiempo las sociedades más desarrolladas aprendieron que, a veces, es necesario no tomar riesgos, lo que permitió el surgimiento de los conservadores.

"Los liberales nos ayudan más cuando necesitamos innovar, pero los conservadores nos son más útiles cuando estamos bajo amenaza. Por eso, esta diversidad tiene sentido y los intentos de hacer que todos piensen de la misma forma están condenados a fallar", dice.


Las emociones se imponen ante la razón


Mientras los expertos en fisiología política centran su atención en las diferencias cerebrales y biológicas entre liberales y conservadores, otros investigadores han puesto su atención en el rol de las emociones. En su libro El cerebro político (2007), el sicólogo Drew Westen, de la U. de Emory, revela que sin importar que una persona sea liberal o conservadora, lo que prima no es el análisis racional, sino la reacción visceral que genera una idea o un candidato.

Mediante tests con resonancia magnética, Westen examinó a 30 militantes demócratas y republicanos de EEUU, mientras escuchaban afirmaciones negativas y positivas de sus candidatos. Las pruebas mostraron que en los partidarios de ambas facciones las áreas cerebrales responsables de razonar no mostraron mayor actividad mientras analizaban lo que oían. Sin embargo, las relacionadas con las emociones sí se encendían.

Más aún, al sacar conclusiones, liberales y conservadores terminaban estableciendo que su candidato estaba en lo correcto, con lo que el circuito de la recompensa elevaba su actividad en el cerebro.

Por esto, dice Westen, cuando la razón y la emoción chocan en la política, es la segunda la que siempre triunfa. Esto hace que sean tres los factores que determinan una elección: los sentimientos que las personas sienten hacia los partidos y sus principios, luego los que generan los candidatos y, si alguien continúa indeciso, los que motivan la posición de un candidato en un tema determinado.

Este habría sido el principal error de Al Gore en 2000, al enfocarse en las estadísticas y no apelar al sentimiento de los electores, algó que sí realizó su rival George W. Bush. "Los partidarios logran retorcer lo que oyen hasta tener las conclusiones que desean y se sienten muy satisfechos por ello, eliminando las sensaciones negativas y activando las positivas", afirma Westen.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La Agenda Liberal Para El Siglo XXI


Manifiesto Liberal de Oxford 1997
La Agenda Liberal Para El Siglo XXI
La Calidad de la Libertad en las Sociedades Cívicas Abiertas

Manifiesto Liberal aprobado por el 48º Congreso de la Internacional Liberal celebrado en Oxford, del 27 al 30 de noviembre de 1997

Inspirados en los fundadores de la Internacional Liberal que hace cincuenta años proclamaron el Manifiesto Liberal, 475 liberales de todos los continentes se reunieron en Oxford del 27 al 30 de noviembre de 1997 para debatir las respuestas liberales a los retos y oportunidades que emergen en la antesala de un nuevo milenio.

Durante los últimos cincuenta años se han logrado avances sustanciales en el establecimiento de sociedades abiertas basadas en la libertad política y económica. Sin embargo, todavía queda un largo camino que recorrer. Las nuevas generaciones tienen que definir las prioridades liberales en función de oportunidades y peligros en evolución.

Al liberalismo aún le quedan muchos retos con los que enfrentarse: la violación de los Derechos Humanos y la excesiva concentración de poder y riquezas; las ideologías fundamentalistas, totalitarias, xenófobas y racistas; la discriminación sexual, religiosa, por razones de edad, orientación sexual e incapacidad; de la pobreza e ignorancia, de la creciente brecha entre ricos y pobres; del uso indebido de las nuevas tecnologías, del debilitamiento de los lazos sociales, de la competencia por los escasos recursos, de la degradación del medio ambiente en un mundo sobrepoblado, del crimen organizado y la corrupción política. Nuestra tarea como liberales en el Siglo XXI es buscar respuestas políticas capaces de promover la libertad individual y los Derechos Humanos, sociedades y economías abiertas y la cooperación mundial.

Nuestros Valores Liberales
Reafirmamos nuestro compromiso con los principios del liberalismo establecidos en el Manifiesto de la Internacional Liberal de abril de 1947: creemos que la libertad y la responsabilidad individual son las bases de una sociedad civilizada; que el Estado es sólo un instrumento al servicio de los ciudadanos; que cualquier acción del Estado debe estar sujeta al imperio de la ley, y quienes la ejecutan deben someterse al escrutinio de la sociedad civil; que la libertad constitucional está basada en los principios de la separación de poderes; que la justicia exige que en todo enjuiciamiento penal el acusado goce del derecho a un juicio rápido, público, y libre de cualquier influencia política; que tanto el control de la economía por parte del Estado como los monopolios privados amenazan la libertad política; que los derechos y las obligaciones van unidos y que todo ciudadano tiene una responsabilidad moral ante los demás miembros de la sociedad; y que un mundo en paz sólo puede alcanzarse por medio del respeto a estos principios y la cooperación entre las sociedades democráticas. Reafirmamos que estos principios son validos en todo el mundo.

La libertad, la responsabilidad, la tolerancia, la justicia social e igualdad de oportunidades, son los valores centrales del liberalismo y los principios sobre los que debe construirse una sociedad abierta. Estos principios requieren un cuidadoso equilibrio entre las sólidas sociedades civiles, los gobiernos democráticos, los mercados libres y la cooperación internacional.

Creemos que entre las condiciones de las libertades individuales se incluyen el estado de derecho, el acceso para todos a una variada y completa educación, las libertades de expresión, asociación y acceso a la información, la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres, la tolerancia para la diversidad y la inclusión social, la promoción de la iniciativa privada y de las oportunidades de empleo.

Creemos que la sociedad civil y la democracia constitucional constituyen la base más justa y estable del orden político. Vemos a la sociedad civil como una sociedad constituida por ciudadanos libres que viven dentro de un marco legal establecido, con la garantía de sus derechos individuales y con el poder del gobierno limitado y sujeto al escrutinio democrático de la sociedad.

Creemos que una economía basada en las reglas de libre mercado fomenta la distribución más eficiente de riquezas y recursos, impulsa la innovación y promueve la flexibilidad.

Creemos que la estrecha colaboración entre las sociedades democráticas a través de organizaciones mundiales y regionales, dentro del marco del derecho internacional, del respeto a los Derechos Humanos y el reconocimiento de los derechos de las minorías nacionales y étnicas, aunado a un compromiso compartido en favor del desarrollo económico en todo el mundo, constituye la base indispensable para la paz mundial y la sustentabilidad económica y ecológica.

El avance del Liberalismo, 1947-1997
Damos la bienvenida al progreso alcanzado a lo largo de los últimos cincuenta años poniendo en práctica los principios liberales en un número cada vez mayor de países:

el retorno de la libertad y de la democracia en los antiguos países comunistas de Europa,
la expansión de los gobiernos democráticos y de derecho;
el fin del colonialismo; pueblos antes subyugados tienen ahora la oportunidad de gobernarse a sí mismos;
la reducción del control estatal en las economías nacionales, aceptando que las economías de mercado crean riquezas más efectivamente y que las distribuyen mejor;
la transformación de la educación, que ha pasado de ser el privilegio de una minoría a constituir un proceso de por vida para la mayoría de los ciudadanos;
el respeto cada vez mayor por los Derechos Humanos, tanto en el interior de los Estados como materia de vigilancia internacional y, de ser necesario, como causa de intervención;
la extensión de los Derechos Humanos a mujeres y niños a nivel domestico e internacional;
la extensión de las reglas de igualdad a las minorías sexuales y el reconocimiento de que la homosexualidad y del lesbianismo son expresiones legítimas de la opción personal del individuo;
la consolidación de una economía mundial abierta dentro de un marco de regulación internacional de regulación;
el fortalecimiento de las leyes internacionales y de las instituciones regionales y mundiales;
el aumento de la libertad de información, comunicación y tránsito, tanto en el interior como a través de las fronteras nacionales;
aceptar que la comunidad internacional comparte la responsabilidad y la obligación de combatir la pobreza mundial y de proteger el entorno global.

El reto de nuestra generación
Reconocemos que estos logros hasta ahora sólo han sido conquistados para una minoría de la humanidad.

Los retos que afrontaremos en los próximos cincuenta años son fundamentalmente: construir sobre las bases de lo logrado, extender los principios del liberalismo a todo el mundo y aprovechar las fuerzas del cambio para consolidar, y no socavar, el desarrollo de las sociedades abiertas.

Estos retos incluyen:

1) El reto de extender la democracia.
La democracia liberal ha sido por fin aceptada como el modelo universal de organización política. Pero, todavía, solamente una minoría de países son realmente democráticos. El camino a la libertad está aún obstaculizado por los regímenes autoritarios, las minorías militares de élite usurpadoras del poder, el abuso de los poderes estatales con fines partidistas, los elementos criminales con influencia en los gobiernos y los buscadores de poder que explotan los anhelos y miedos de los pueblos.

Hacemos un llamamiento a todos los pueblos y gobiernos para que:

en sus relaciones internacionales discriminen en favor de aquellos gobiernos que acaten las reglas de los Derechos Humanos y la democracia,
promulguen la abolición de la pena de muerte en todo el mundo,fortalezcan el estado de derecho y promuevan el buen gobierno en un marco completamente democrático,
reorienten las partidas militares del gasto público hacia la inversión en capital social y la mitigación de la pobreza,
limiten la venta de armamento, previniendo la venta de medios de represión a los regímenes no democráticos y promuevan el registro más efectivo de armas convencionales por parte de las Naciones Unidas,
combatan la corrupción, el crimen organizado y el terrorismo,promuevan que los medios masivos de comunicación estén fuera del control o injerencia de gobiernos o empresas dominantes,inculquen por medio de la educación la importancia crucial de la tolerancia para la existencia misma de una sociedad civilizada.

2) El reto de la violencia y de la gobernabilidad mundial
En un mundo lleno de conflictos violentos, una de las tareas más difíciles es hallar medios efectivos para evitar la violencia. En un mundo cada vez más interdependiente, se requiere también de un alto nivel de cooperación internacional para promover un orden mundial seguro, sostenible y equitativo. La criminalidad transnacional, las enfermedades incurables, la contaminación ambiental y la amenaza del cambio climático son pruebas adicionales para la cooperación internacional. Los liberales estamos comprometidos a fortalecer la gobernabilidad mundial a través de la Organización de las Naciones Unidas y la cooperación a nivel regional. Urgimos a todos los gobiernos a unirse en apoyo de una iniciativa para el establecimiento de un tribunal penal internacional, que tenga jurisdicción sobre los criminales de guerra. Nuestro objetivo en el siglo XXI es construir un orden liberal mundial afianzado en el estado de derecho y respaldado por instituciones mundiales y regionales idóneas.

3) El reto de mejorar la democracia.
Reconocemos que las prácticas democráticas deben extenderse con el fin de satisfacer las expectativas de sociedades más educadas y para evitar el desencanto con las formas de gobierno representativo. Los ciudadanos merecen un mejor acceso a la información, controles parlamentarios más efectivos sobre los poderes ejecutivos, mayores oportunidades de desempeñar un papel activo en la vida pública y de cuestionar a sus gobiernos. El principio de subsidiariedad debe ser respetado estrictamente a fin de otorgar la máxima autonomía a las comunidades regionales y locales. La descentralización del poder político en las comunidades autónomas es el mejor modo de darle poder a cada ciudadano.

4) La tensión entre Derechos Humanos y el autogobierno.
El autogobierno o más específicamente, la soberanía del Estado, pueden entrar en conflicto con las libertades individuales y los Derechos Humanos. Los regímenes autoritarios abusan del principio de su soberanía con la intención de obstaculizar intervenciones en favor de aquéllos a quienes les ha negado su libertad. Los liberales insistimos en que los Derechos Humanos son universales e indivisibles, que no dependen de ser ciudadano de un estado específico, ni de ser miembro de un grupo social o étnico en particular, ni del género, religión o partido político. La comunidad internacional deberá encontrar sanciones adecuadas contra los gobiernos que se nieguen a observar los principios rectores de una sociedad internacional abierta.

5) El reto para combatir la pobreza y la exclusión social.
La pobreza, el desempleo y la exclusión social arruinan la vida de los hombres, y especialmente la de las mujeres, los niños y los ancianos; siendo los principales peligros que acechan a la sociedad civil. La pobreza alimenta el desánimo y éste el extremismo, la intolerancia y la agresión. La cuestión clave para aliviar la pobreza es cómo proporcionar a la población medios de lucha contra la pobreza por sí mismos, de forma que puedan por sí solos salir de la marginación. Hacemos un llamamiento a una política social activa que cree oportunidades para la educación, el trabajo y la asistencia para los más desfavorecidos, basada en la asociación de los estamentos públicos y privados. Las instituciones públicas y los sistemas asistenciales deben ser en la medida de lo posible, más flexibles y su gestión más local, procurando promover la responsabilidad individual y actuar en consonancia con las circunstancias individuales.

6) El reto de un Estado mínimo.
La vieja idea de que es obligación del Estado organizar la vida de sus ciudadanos está en crisis o ha fracasado en todo el mundo. En las sociedades industrializadas los viejos sistemas de seguridad social y de redistribución amenazan con sucumbir, y los gobiernos presentan presupuestos que implican una presión fiscal cada vez más fuerte para las futuras generaciones. En los países en vías de desarrollo los intentos de promover exclusivamente (o en su mayor parte) el fomento mediante medidas gubernamentales están dadas al fracaso, debido a un Estado sobrecargado y a una iniciativa privada ahogada por aquél, pero que constituye el único factor que puede producir resultados sostenibles. Los liberales reconocemos que la capacidad de gobernar es limitada, que el crecimiento del gasto público es en sí mismo una amenaza a la sociedad civil, y que la reducción de los gastos del Estado deben, por lo tanto, equilibrarse en consideración de las nuevas demandas.

7) La necesidad de un nuevo contrato entre generaciones.
Reconocemos que los gobiernos, en tanto que depositarios de la sociedad, se enfrentan a tensiones que surgen de las presiones inmediatas entre la demanda y el consumo, al igual que de los intereses a largo plazo de la comunidad y el medio ambiente. Queremos un nuevo contrato entre generaciones; uno que reconozca los beneficios que los ciudadanos y consumidores actuales han recibido de inversiones anteriores; que considere la responsabilidad de mantener y renovar el entorno natural, el patrimonio cultural, los bienes públicos y el capital social de generaciones futuras. Los precios deben reflejar los costos subyacentes de la contaminación y la explotación de los recursos naturales.

8) El reto del progreso científico y tecnológico.
Damos la bienvenida a las oportunidades económicas y sociales derivadas de las nuevas tecnologías y de la innovación científica, pero también reconocemos la necesidad del control de la ciudadanía - por su posible impacto y abuso - y del establecimiento de regulaciones a nivel tanto nacionales como internacionales. El principio de precaución debe ser el principio fundamental en todos los sectores de la actividad humana. Particularmente la amenaza del cambio climático, al cual tenemos que enfrentarnos sin dilación. Es urgente la promulgación de acuerdos obligatorios y programas para la reducción sustancial del consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Su utilización debe mantenerse dentro del rango de la capacidad de regeneración de los ecosistemas. Todos los productos químicos, las sustancias obtenidas mediante ingeniería genética y los productos industriales deben ser cuidadosamente sometidos a prueba antes de su lanzamiento al mercado. También acogemos con satisfacción la revolución en las comunicaciones, que ofrece nuevas oportunidades para promover la creatividad, la descentralización y la autonomía e iniciativa individuales. Los liberales insistimos en la necesidad de que existan canales de comunicación diversos y suministrados por la libre competencia del mercado. Las redes de información y demás estructuras de comunicación deben ser ampliamente asequibles y contar con sistemas abiertos para productores, consumidores y organismos de interés público.

9) El reto de crear mercados abiertos.
Las sociedades abiertas necesitan mercados abiertos. Una sociedad liberal, abierta y tolerante requiere una economía de mercado. Las libertades políticas y económicas van juntas. Con las ideas e innovaciones del mercado y con la competencia por la mejor solución, la economía de mercado crea un progreso dinámico que proporciona la mejor oportunidad para una vida independiente. Con el principio fundamental de la propiedad privada y un marco legal que prevenga los monopolios, las economías de mercado hacen que las iniciativas privadas y económicas generen los medios para la asistencia social. Por lo tanto, las regulaciones burocráticas del mercado económico y el proteccionismo forman barreras para la apertura de nuevos retos y empleos tanto en los países industrializados como los que se encuentran en vías de desarrollo. Para lograr un desarrollo sostenible, social y ecológico, debemos trasladar las cargas fiscales, soportada en la actualidad sobre todo por los trabajadores, hacia el consumo de energía y materias primas. Sin estos cambios, los problemas del medio ambiente y del desempleo seguirán aumentando.

10) El reto del desarrollo mundial.
Los gobiernos corruptos y autoritarios, los Estados y las sociedades débiles, el desempleo, la miseria, la falta de educación y la sobrepoblación contribuyen al deterioro del medio ambiente, generan flujos migratorios y de refugiados, y provocan revueltas contra el orden político y social establecido. Alentar y apoyar el desarrollo económico de los países pobres va, por tanto, en interés propio del mundo desarrollado. También es una obligación moral. Ya que los mercados abiertos sirven mejor para promover la prosperidad, que está al alcance de los países ricos y pobres, los liberales tienen que enfatizar enérgicamente, y de la mejor forma implementar su firme convicción de que el libre comercio (dando oportunidad a los mas débiles económicamente) es la forma mas segura de superar la pobreza a nivel mundial. Por lo tanto, la resistencia al proteccionismo económico del mercado continua siendo un compromiso clave para los liberales.

Al alba del siglo XXI nos comprometemos, como liberales, a trabajar juntos para afrontar estos retos

Reafirmamos el compromiso liberal de colocar la libertad y la dignidad de cada ser humano en el centro de nuestra vida política

jueves, 12 de noviembre de 2009