domingo, 29 de noviembre de 2009

Conservadores o Liberales


CUANDO EN LA FRANJA ELECTORAL APARECE UNA PAREJA HOMOSEXUAL QUE PIDE RESPETO, VOLVEMOS A ALIENARNOS Y TRATAMOS DE ALLEGAR AGUA A NUESTROS MOLINOS, Y SE ESCUCHAN ANATEMAS Y AMENAZAS CONSEVADORAS Y TAMBIÉN GRITOS DE JÚBILO LIBERALES.
Luis Larraín


Somos conservadores o liberales; vamos por la vida con la comodidad de esas etiquetas que nos protegen de preguntas difíciles; reforzamos nuestra identidad con la pertenencia a alguna de esas tribus. Nos juntamos con los iguales y escuchamos encendidos argumentos que aplacan nuestras dudas. Hasta que pasa algo inesperado.


Somos conservadores, adscribimos a determinadas conductas en materia social, cultural, sexual, nos ufanamos de nuestras certezas acerca de ellas; pero de pronto nos conmueve el dolor y humillación que siente ante nuestro juicio quien por diversas razones no se comporta como pensamos que debe hacerlo. Así, a partir de la experiencia de alguien cercano entendemos los dilemas que han vivido quienes han fracasado en sus matrimonios y se enfrentan a la posibilidad de construir una nueva relación; contemplamos lo difícil que se torna la vida para una adolescente embarazada; somos también capaces de prestar oídos al clamor por dignidad de quienes tienen una condición sexual distinta. Comprendemos su rebeldía frente a la exclusión y entonces ya somos menos conservadores.


Somos liberales, queremos que cada persona decida libremente qué va a consumir con el dinero que tiene, qué va a producir con los recursos que logre juntar, cómo se va a comportar durante las horas de su tiempo libre, sin que nadie pueda decirle ni imponerle nada; y entonces nos desgarra el alma ver a un joven atrapado y destruido por una adicción; o nos conmueve la indefensión de niños que viven en la miseria; o nos surge la duda acerca del daño a los demás que puede ocasionar una actividad productiva. Comprendemos que en ocasiones la libertad debe tener límites, y entonces ya somos menos liberales.


Somos conservadores y seguimos las enseñanzas de algún credo religioso, nos ajustamos con rigor a sus preceptos acerca de las conductas humanas, hasta que nos damos cuenta que por una aplicación demasiado inflexible de esos preceptos estamos faltando a virtudes religiosas fundamentales; o simplemente estamos negando algo tan central como la verdad. Y entonces tomamos conciencia de nuestras contradicciones.


Somos liberales y afirmamos con orgullo nuestro carácter libertario y criticamos con dureza a quienes tratan de imponer a los otros su ideario conservador, y de pronto nos sorprendemos utilizando al Estado para obligar a todos los ciudadanos a comportarse como lo prescribe la opción en boga, lo "políticamente correcto". Pretendemos forzar a las instituciones públicas y privadas a seguir los preceptos de la moral oficial y proclamamos exigencias del Estado laico y pedimos sanciones y exclusiones para quienes se oponen a la tiranía de la mayoría. Y entonces avizoramos los límites de nuestro liberalismo.


Seamos conservadores o liberales, no digo que no; tengamos convicciones y luchemos por ellas, pero no olvidemos lo esencial. Porque si somos conservadores y seguimos las enseñanzas de una iglesia es porque hemos abrazado la causa del amor y de la verdad, y jamás debiéramos faltar a ellos en la relación con nuestros semejantes. Porque si somos liberales y creemos en la autonomía de la voluntad es porque queremos ver hombres libres, pensantes y tolerantes, sin la tutela de popes laicos o jacobinos que dictan pautas sobre los pensamientos, creencias y conductas que son aceptables para la verdad oficial.


Cuando en la franja electoral aparece una pareja homosexual que pide respeto, volvemos a alinearnos y tratamos de allegar agua a nuestros molinos, y se escuchan anatemas y amenazas conservadoras y también gritos de júbilo liberales. Es que somos Capuletos o Montescos y estamos orgullosos de nuestra estirpe, despreciamos a los de la otra vera; hasta que siendo Montescos nos enamoramos de una Capuleto y vemos ya de manera distinta el mundo.
Con esa nueva mirada podremos ver que conservadores y liberales podemos unirnos en el respeto a los demás y que lo esencial, aquello que a veces es invisible a los ojos, es que seamos hombres y mujeres de buena voluntad.



lunes, 23 de noviembre de 2009

La hora de los liberales: Carlos Peña


El viernes, la Conferencia Episcopal realizó su asamblea plenaria. E hizo público un documento pastoral. En él instó a los políticos a "apoyar la familia" y no dejarla a merced de "minorías bulliciosas u ocasionales". Se trataba, explicó Monseñor Goic, de que promovieran "la unión de un hombre con una mujer".

Casi a la misma hora, Piñera adelantó el capítulo de su franja en que aparece conversando con una pareja gay, integrante de eso que los obispos llaman "minoría bulliciosa". Ellos reclaman que se les trate con respeto y Piñera asiente, comprensivo.

Ahí tiene usted. Inédito.


La derecha -hasta ahora hegemonizada por los conservadores- emitiendo un mensaje en perfecta contradicción con la Iglesia.

¿Qué puede explicar eso que podría parecerse algún día -guardando las proporciones- a ese Viernes Santo en que Suárez legalizó a los comunistas?

Lo que ocurre es que ha surgido una porción influyente de electores que ya no ordenan sus preferencias por los viejos clivajes de la derecha y la izquierda, el Sí y el No, sino por el grado de liberalismo y modernidad que perciben en los candidatos. Y si Piñera quiere ganar -y quiere- debe atraerlos.

Los viejos clivajes siguen, por supuesto, orientando a buena parte de los electores. Todavía el respetable público se eriza -de horror o de nostalgia, según los casos- frente al menor recuerdo de la dictadura. Pero al lado de esa mayoría -que por sí sola no da el triunfo a ninguno- ha surgido una porción de votantes que se ajizan frente a otras cosas.

Y ellos decidirán el resultado de la segunda vuelta.

Se trataría -según lo muestran las encuestas- de hombres y mujeres que son liberales en los llamados temas valóricos: apoyan la distribución de la píldora, admiten la despenalización de ciertas formas de aborto, la homosexualidad no les parece vergonzante, no creen que la admisión del divorcio refleje una crisis moral, creen en las virtudes de la meritocracia. Se ríen, en una palabra, de los peces de colores. Son profesionales jóvenes, con poca aversión al riesgo, confiados en sí mismos.

Son, en una palabra, los hijos de la modernización.

Piñera lo sabe y de ahí su empeño en poner a una pareja homosexual en su franja y de aventar a las figuras del pinochetismo. También lo sabe Enríquez-Ominami y de ahí su insistencia -irá en aumento- de llamar a Piñera el candidato de los ultraconservadores. Ambos advierten que, en el margen, ese voto liberal podría decidirlo todo.

El único que no ha advertido nada de todo esto es Frei: el hombre de pocas palabras.
A juzgar por su franja -ya que no por su discurso que ha preferido mantener en secreto-, se ha empeñado en asegurar el voto que le conferiría el segundo lugar: el del pueblo concertacionista, ese que se emociona con el recuerdo de estos años.

Pero una vez que pase a la segunda vuelta, Frei tendrá que volver la mirada a esos otros sectores. Y lo mismo le ocurrirá, con mayor intensidad incluso que este viernes, a Piñera.
Ahí será la hora de los liberales.

La segunda vuelta -con prescindencia de quien gane- podrá marcar entonces un giro de largo plazo en la política chilena.

Los sectores conservadores de la derecha tendrán que retroceder. Y los liberales dejarán de dar un paso adelante y dos atrás y podrán cambiar, por vez primera en un siglo, el rostro de ese sector político. Si Piñera lo hace, habrá pasado a la historia.

En la Concertación, a su vez, perderán fuerza todos los que descreen de la modernización de estos años y aquellos otros que todavía se aferran a un cierto conservantismo moral. Será, en especial, una dura prueba para la Democracia Cristiana.

Si lo anterior ocurre -si la hora de los liberales llega-, la segunda vuelta se recordará por mucho tiempo como el momento en el que -según profetizó Marx- el cambio en las condiciones materiales de existencia de los chilenos comenzó a producir transformaciones culturales.
Los días en que -para algunos- todo lo sólido comenzó a desvanecerse en el aire.
Fuente: Mercurio
Foto: Viento Liberal

jueves, 19 de noviembre de 2009

EL LIBERALISMO


Por: PABLO RIOS CIAFFARONI

Aunque el liberalismo es más que una teoría económica o política, no es, sin embargo, una ideología. Lo peculiar del Liberalismo es precisamente eso: no se trata de una ideología sino del moderno afán de independizarse de todas las ideologías y hacer del propio punto de vista una concepción del mundo autónoma y libre. No hay doctrina liberal: cada liberal reinventa el liberalismo y lo recrea. El liberalismo no es una teoría a seguir.

El liberalismo nace con la modernidad, y poco a poco ha ido adaptándose al transcurso del tiempo y siendo incorporado en los corazones de los pueblos.

Toda ideología es un mecanismo de poder mediante el cual un individuo o grupo, impone o trata de imponer sistemáticamente-mediante una doctrina o teoría- su concepción a los demás. Con esto les ahorra la trabajosa tarea de pensar con su propia cabeza y elaborar su propia concepción; al costoso precio de aplazar indefinidamente el descubrimiento de su peculiaridad individual y la gestación de su madurez global. Las ideologías (al igual que las religiones) promueven cierta pueril dependencia. El pastor depende del rebaño, el rebaño del pastor.

El dogmatismo, está íntimamente ligado a la ideología. Es verdad, porque lo dice la autoridad de turno, y sus “argumentos” están basados exclusivamente en el “criterio de autoridad”.

Las ideologías, son las cadenas de los nuevos esclavos. El liberalismo no es una nueva ideología de los tiempos modernos, una nueva escolástica, un nuevo “ismo”, a pesar de su nombre; es una perspectiva abierta, creativa e independiente, un estado de ánimo y una visión, una manera de pensar y ser, un permanente autodescubrimiento, una forma de vida.

Que el liberalismo no sea una ideología no significa que carezca de ideas. El liberal no es producto del adoctrinamiento sino de la crítica, de la razón, de la duda , de la desconfianza, frente a las doctrinas, dogmas, iglesias, sectas o partidos.


Para Agustín Squella ; “ todas las libertades tienen un límite, algo así como una línea del horizonte, que no debemos traspasar (la libertad para mover mis puños termina justo ahí donde comienza la nariz de mis semejantes), liberal es quien procura empujar, más allá de la línea del horizonte, ampliando así el espacio de libertades, mientras que conservador es el que intenta atraer más acá esa misma línea, achicando el ámbito de libertades”.

En cambio para Carlos Peña la diferencia entre conservador y liberal radica en ; “Si un conservador cree que la homosexualidad es una forma de vida torcida, se resista, al mismo tiempo aceptar que se le reconozca en la esfera pública. Si la homosexualidad no es buena para mí (piensa el conservador), entonces no es justo que se admita para los demás. Un liberal, en cambio puede creer que la homosexualidad no es buena para él; pero pensar al mismo tiempo, que es justo admitirla para los demás, si ellos conforme a su propio discernimiento, han decidido llevarla adelante.”

Al final de cuentas, existen tanto Liberales, como concepciones alcances y definiciones del concepto, y como todo valor no es absoluto, la libertad como tal, tampoco lo es. La libertad puede llegar a significar un lujo de los tiempos modernos, o tan solo una conquista de cada día.

martes, 17 de noviembre de 2009

Tolerancia Liberal

Liberales trabajando por la tolerancia y respeto de las personas.





sábado, 14 de noviembre de 2009

Los genes que determinan si un cerebro es liberal o conservador

Todo ser humano trae consigo una marca imborrable que lo predispone a una u otra tendencia.
por Marcelo Córdova, para el Suplemento de Tendencias - 14/11/2009


Tenía 35 años cuando se decidió a investigar su pasado. Sólo algunos meses después de nacer había sido adoptado por una familia británica conservadora, cuyo gusto por el arte había hecho que las ocupaciones de casi todos sus integrantes fluctuaran entre la música clásica y la pintura. Pero él no. El había optado por la política y nada menos que en la fracción más liberal del partido laborista. Claro que ni siquiera esa evidente diferencia de intereses preparó a Matthew Taylor -hoy miembro del parlamento inglés- para un hallazgo que él mismo describió como "impresionante".


Su madre biológica vivía en Nueva Zelanda y había formado otra familia. Y cuando la contactó, logró entender mucho de su propia vida: su bisabuelo -Sir Percy Harris- había sido uno de los pocos parlamentarios del Partido Liberal Demócrata que se mantuvo hasta 1945 y uno de los más férreos defensores del voto femenino igualitario. "En ese momento sentí que todo lo que creía sobre mí se trastrocó totalmente. En la batalla entre la naturaleza y la crianza, la primera resultó vencedora. Heredé características como la voluntad de resistirse al estatus quo. Por lo que sé, ese también era un rasgo de mi bisabuelo biológico", dijo Taylor a The Times.

Hasta pocos años, el relato de este parlamentario británico no pasaría de ser una sorpresiva coincidencia biográfica, porque las investigaciones sobre el origen del pensamiento político se habían centrado en las influencias culturales y del medioambiente. Es decir, en la crianza.

Pero todo cambió en esta década. De la mano del surgimiento de técnicas de resonancia magnética y los estudios sobre el ADN, comenzó a tomar forma una nueva corriente de investigación que terminaría dando un sustento científico a historias como la de Taylor, donde la naturaleza es la que prevalece. Porque lo que la ciencia comienza a demostrar es que ser liberal o conservador no sólo depende del colegio donde estudiamos, de los amigos que tenemos o del medio social en que nos tocó crecer. No. Todo ser humano trae consigo una marca imborrable que lo predispone a una u otra tendencia: sus genes.

"Son visiones tan profundamente arraigadas en nuestros cerebros, que intentar persuadir a una persona para que no sea liberal o conservador es como tratar de convencerla de que sus ojos no son negros", dice John Alford, cientista político de la Universidad de Rice, en Estados Unidos, cuyo estudio se convirtió en uno de los pioneros de un campo emergente llamado "fisiología política", que busca determinar los factores que influyen en las ideologías.

En 2005, Alford y sus colegas publicaron una investigación que reunía 20 años de estudios sobre genética del comportamiento, utilizando una base de datos con opiniones políticas de 30 mil gemelos separados al nacer y criados en ambientes distintos. Así se determinó que los gemelos idénticos (que comparten exactamente la misma composición genética) eran más propensos que los mellizos (cuyo genoma es similar sólo en 50%) a expresar las mismas respuestas sobre temas que hasta hoy dividen a conservadores y liberales, como el divorcio, el reclutamiento militar o el matrimonio. De hecho, al ser consultados sobre cuestiones como si las viviendas deberían estar sometidas a impuestos, el 80% de los gemelos idénticos dio la misma respuesta, mientras sólo el 66% de los mellizos coincidió.

El estudio también midió hasta qué punto las tendencias se traspasan entre las generaciones: "Las actitudes políticas y sociales son en un 50% hereditarias; por lo que se puede decir que las posiciones liberales y conservadoras tienen un fuerte componente genético", explica Alford. El otro 50% de nuestro pensamiento político surge a partir del ambiente en que nos criamos. Por eso, la mayoría de las personas no son absolutamente liberales ni conservadores. Si una persona nació con una genética liberal, pero se forma en un ambiente profundamente conservador, difícilmente ese liberalismo se expresará en su totalidad.

"El medioambiente influye de forma increíble en la ideología, pero si no consideramos la biología estamos dejando de lado la mitad de la historia", dice James Fowler, investigador de la Universidad de California.

Una vez que el peso genético fue validado, el siguiente paso era identificar los genes asociados a una tendencia política. En 2007, la U. de Illinois en Urbana-Champaign determinó una relación entre algunas variaciones del gen D4DR vinculado al comportamiento conservador. Y, otro estudio realizado por Fowler estableció que una variante de otro gen -llamado DRD4- nos predispone a ser liberales. Las implicancias de esta identificación de "genes políticos" podrían ser inmensas. Basta imaginar una sociedad donde el mapa del ADN de cada individuo está disponible. Corporaciones y partidos con acceso a la información adecuada podrían rastrear a individuos específicos, sabiendo que están predispuestos genéticamente a cierto tipo de propaganda.



LAS GRANDES DIFERENCIAS
Durante los últimos dos años, otra serie de investigaciones se ha ido adentrando en los mecanismos mentales de liberales y conservadores, demostrando que cada grupo tiene un funcionamiento cerebral diferente.

A través de exámenes de resonancias magnéticas, hoy la ciencia puede asegurar que los liberales son más abiertos al cambio, los conservadores más estructurados en su pensamiento y más persistentes en sus juicios. También, que los primeros tienen mayor capacidad para reconocer los conflictos, aunque los conservadores tienen más habilidad para racionalizar los problemas. Como si fuera poco, las emociones y la frustración están más presentes en los liberales, y los conservadores se muestran temerosos ante lo desconocido.

¿Cómo llegaron los científicos a estas conclusiones? En 2007, un estudio de las universidades de Nueva York y California entregó lo que, probablemente, es el mejor indicio de que liberales y conservadores tienen distintas formas de procesar información clave para la convivencia en una sociedad.

Los investigadores instalaron electrodos en la cabeza de 43 individuos (liberales y conservadores), que debían presionar un botón cuando en una pantalla vieran la letra "M" y no hacer nada cuando apareciera otro símbolo.

La "M" asomaba el 80% del tiempo, por lo que la escasa aparición de una "W" buscaba activar un mecanismo existente en la corteza cingulada anterior, una zona del cerebro que entrega al ser humano la capacidad de detectar los conflictos y elaborar una respuesta. Si bien liberales y conservadores fueron igualmente eficientes en reconocer la "M", los primeros registraron una mayor actividad cerebral y, por ende, fueron más certeros cuando aparecía la "W".

En otras palabras, una mayor actividad en dicha zona cerebral, explica David Amodio -sicólogo de la U. de Nueva York y líder del informe-, revela una mayor habilidad en la persona para detectar que algo no funciona bien en una sociedad y cambiarlo. La escasa actividad de esa zona en los conservadores revela un pensamiento más estructurado y con juicios más persistentes.

El hallazgo de Amodio se vio reforzado por otro de la U. de Nueva York, que con resonancias magnéticas estableció que los liberales muestran un nivel mayor de frustración y de reacciones emocionales ante los problemas sociales. Los conservadores, en tanto, evidenciaron una mayor capacidad para racionalizar los mismos problemas. "Nuestra investigación sugiere que las inequidades causan una mayor presión sicológica en los liberales que en los conservadores, aparentemente porque los liberales carecen de un nivel de razonamiento que los ayude a ver las inequidades bajo una luz positiva o, al menos, neutral", señalan los autores, Jaime Napier y John Jost.

Suma y sigue: en otro experimento se demostró que la gente que reacciona de forma más intensa a sonidos o imágenes amenazantes -ya sea pestañeando o sudando- es mucho más propensa a apoyar medidas políticas conservadoras. Y también son cuatro veces más proclives a sentir temor a la muerte.
"Una posible explicación es que los conservadores tienen mayor actividad en la zona cerebral de la amígdala -que controla la sensación de miedo-, pero indudablemente debe haber otras áreas involucradas", dice a La Tercera, John Hibbing, de la U. de Nebraska-Lincoln.

No hay uno sin el otro


¿Si la evolución es un proceso lento que necesita de siglos para generar cambios, por qué dotó al ser humano de genes que parecen afectar algo aparentemente efímero en términos evolutivos, como es la elección de un candidato liberal o conservador?

La pregunta la hace James Fowler, investigador de la Universidad de California. Y según explica a La Tercera, los estudios sugieren que durante millones de años, los humanos han desarrollado dos estilos cognitivos: el conservador y el liberal, precisamente para sobrevivir.

Mientras en las primeras sociedades, las posiciones más liberales y abiertas permitieron la cooperación en tareas esenciales como la cacería, con el paso del tiempo las sociedades más desarrolladas aprendieron que, a veces, es necesario no tomar riesgos, lo que permitió el surgimiento de los conservadores.

"Los liberales nos ayudan más cuando necesitamos innovar, pero los conservadores nos son más útiles cuando estamos bajo amenaza. Por eso, esta diversidad tiene sentido y los intentos de hacer que todos piensen de la misma forma están condenados a fallar", dice.


Las emociones se imponen ante la razón


Mientras los expertos en fisiología política centran su atención en las diferencias cerebrales y biológicas entre liberales y conservadores, otros investigadores han puesto su atención en el rol de las emociones. En su libro El cerebro político (2007), el sicólogo Drew Westen, de la U. de Emory, revela que sin importar que una persona sea liberal o conservadora, lo que prima no es el análisis racional, sino la reacción visceral que genera una idea o un candidato.

Mediante tests con resonancia magnética, Westen examinó a 30 militantes demócratas y republicanos de EEUU, mientras escuchaban afirmaciones negativas y positivas de sus candidatos. Las pruebas mostraron que en los partidarios de ambas facciones las áreas cerebrales responsables de razonar no mostraron mayor actividad mientras analizaban lo que oían. Sin embargo, las relacionadas con las emociones sí se encendían.

Más aún, al sacar conclusiones, liberales y conservadores terminaban estableciendo que su candidato estaba en lo correcto, con lo que el circuito de la recompensa elevaba su actividad en el cerebro.

Por esto, dice Westen, cuando la razón y la emoción chocan en la política, es la segunda la que siempre triunfa. Esto hace que sean tres los factores que determinan una elección: los sentimientos que las personas sienten hacia los partidos y sus principios, luego los que generan los candidatos y, si alguien continúa indeciso, los que motivan la posición de un candidato en un tema determinado.

Este habría sido el principal error de Al Gore en 2000, al enfocarse en las estadísticas y no apelar al sentimiento de los electores, algó que sí realizó su rival George W. Bush. "Los partidarios logran retorcer lo que oyen hasta tener las conclusiones que desean y se sienten muy satisfechos por ello, eliminando las sensaciones negativas y activando las positivas", afirma Westen.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La Agenda Liberal Para El Siglo XXI


Manifiesto Liberal de Oxford 1997
La Agenda Liberal Para El Siglo XXI
La Calidad de la Libertad en las Sociedades Cívicas Abiertas

Manifiesto Liberal aprobado por el 48º Congreso de la Internacional Liberal celebrado en Oxford, del 27 al 30 de noviembre de 1997

Inspirados en los fundadores de la Internacional Liberal que hace cincuenta años proclamaron el Manifiesto Liberal, 475 liberales de todos los continentes se reunieron en Oxford del 27 al 30 de noviembre de 1997 para debatir las respuestas liberales a los retos y oportunidades que emergen en la antesala de un nuevo milenio.

Durante los últimos cincuenta años se han logrado avances sustanciales en el establecimiento de sociedades abiertas basadas en la libertad política y económica. Sin embargo, todavía queda un largo camino que recorrer. Las nuevas generaciones tienen que definir las prioridades liberales en función de oportunidades y peligros en evolución.

Al liberalismo aún le quedan muchos retos con los que enfrentarse: la violación de los Derechos Humanos y la excesiva concentración de poder y riquezas; las ideologías fundamentalistas, totalitarias, xenófobas y racistas; la discriminación sexual, religiosa, por razones de edad, orientación sexual e incapacidad; de la pobreza e ignorancia, de la creciente brecha entre ricos y pobres; del uso indebido de las nuevas tecnologías, del debilitamiento de los lazos sociales, de la competencia por los escasos recursos, de la degradación del medio ambiente en un mundo sobrepoblado, del crimen organizado y la corrupción política. Nuestra tarea como liberales en el Siglo XXI es buscar respuestas políticas capaces de promover la libertad individual y los Derechos Humanos, sociedades y economías abiertas y la cooperación mundial.

Nuestros Valores Liberales
Reafirmamos nuestro compromiso con los principios del liberalismo establecidos en el Manifiesto de la Internacional Liberal de abril de 1947: creemos que la libertad y la responsabilidad individual son las bases de una sociedad civilizada; que el Estado es sólo un instrumento al servicio de los ciudadanos; que cualquier acción del Estado debe estar sujeta al imperio de la ley, y quienes la ejecutan deben someterse al escrutinio de la sociedad civil; que la libertad constitucional está basada en los principios de la separación de poderes; que la justicia exige que en todo enjuiciamiento penal el acusado goce del derecho a un juicio rápido, público, y libre de cualquier influencia política; que tanto el control de la economía por parte del Estado como los monopolios privados amenazan la libertad política; que los derechos y las obligaciones van unidos y que todo ciudadano tiene una responsabilidad moral ante los demás miembros de la sociedad; y que un mundo en paz sólo puede alcanzarse por medio del respeto a estos principios y la cooperación entre las sociedades democráticas. Reafirmamos que estos principios son validos en todo el mundo.

La libertad, la responsabilidad, la tolerancia, la justicia social e igualdad de oportunidades, son los valores centrales del liberalismo y los principios sobre los que debe construirse una sociedad abierta. Estos principios requieren un cuidadoso equilibrio entre las sólidas sociedades civiles, los gobiernos democráticos, los mercados libres y la cooperación internacional.

Creemos que entre las condiciones de las libertades individuales se incluyen el estado de derecho, el acceso para todos a una variada y completa educación, las libertades de expresión, asociación y acceso a la información, la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres, la tolerancia para la diversidad y la inclusión social, la promoción de la iniciativa privada y de las oportunidades de empleo.

Creemos que la sociedad civil y la democracia constitucional constituyen la base más justa y estable del orden político. Vemos a la sociedad civil como una sociedad constituida por ciudadanos libres que viven dentro de un marco legal establecido, con la garantía de sus derechos individuales y con el poder del gobierno limitado y sujeto al escrutinio democrático de la sociedad.

Creemos que una economía basada en las reglas de libre mercado fomenta la distribución más eficiente de riquezas y recursos, impulsa la innovación y promueve la flexibilidad.

Creemos que la estrecha colaboración entre las sociedades democráticas a través de organizaciones mundiales y regionales, dentro del marco del derecho internacional, del respeto a los Derechos Humanos y el reconocimiento de los derechos de las minorías nacionales y étnicas, aunado a un compromiso compartido en favor del desarrollo económico en todo el mundo, constituye la base indispensable para la paz mundial y la sustentabilidad económica y ecológica.

El avance del Liberalismo, 1947-1997
Damos la bienvenida al progreso alcanzado a lo largo de los últimos cincuenta años poniendo en práctica los principios liberales en un número cada vez mayor de países:

el retorno de la libertad y de la democracia en los antiguos países comunistas de Europa,
la expansión de los gobiernos democráticos y de derecho;
el fin del colonialismo; pueblos antes subyugados tienen ahora la oportunidad de gobernarse a sí mismos;
la reducción del control estatal en las economías nacionales, aceptando que las economías de mercado crean riquezas más efectivamente y que las distribuyen mejor;
la transformación de la educación, que ha pasado de ser el privilegio de una minoría a constituir un proceso de por vida para la mayoría de los ciudadanos;
el respeto cada vez mayor por los Derechos Humanos, tanto en el interior de los Estados como materia de vigilancia internacional y, de ser necesario, como causa de intervención;
la extensión de los Derechos Humanos a mujeres y niños a nivel domestico e internacional;
la extensión de las reglas de igualdad a las minorías sexuales y el reconocimiento de que la homosexualidad y del lesbianismo son expresiones legítimas de la opción personal del individuo;
la consolidación de una economía mundial abierta dentro de un marco de regulación internacional de regulación;
el fortalecimiento de las leyes internacionales y de las instituciones regionales y mundiales;
el aumento de la libertad de información, comunicación y tránsito, tanto en el interior como a través de las fronteras nacionales;
aceptar que la comunidad internacional comparte la responsabilidad y la obligación de combatir la pobreza mundial y de proteger el entorno global.

El reto de nuestra generación
Reconocemos que estos logros hasta ahora sólo han sido conquistados para una minoría de la humanidad.

Los retos que afrontaremos en los próximos cincuenta años son fundamentalmente: construir sobre las bases de lo logrado, extender los principios del liberalismo a todo el mundo y aprovechar las fuerzas del cambio para consolidar, y no socavar, el desarrollo de las sociedades abiertas.

Estos retos incluyen:

1) El reto de extender la democracia.
La democracia liberal ha sido por fin aceptada como el modelo universal de organización política. Pero, todavía, solamente una minoría de países son realmente democráticos. El camino a la libertad está aún obstaculizado por los regímenes autoritarios, las minorías militares de élite usurpadoras del poder, el abuso de los poderes estatales con fines partidistas, los elementos criminales con influencia en los gobiernos y los buscadores de poder que explotan los anhelos y miedos de los pueblos.

Hacemos un llamamiento a todos los pueblos y gobiernos para que:

en sus relaciones internacionales discriminen en favor de aquellos gobiernos que acaten las reglas de los Derechos Humanos y la democracia,
promulguen la abolición de la pena de muerte en todo el mundo,fortalezcan el estado de derecho y promuevan el buen gobierno en un marco completamente democrático,
reorienten las partidas militares del gasto público hacia la inversión en capital social y la mitigación de la pobreza,
limiten la venta de armamento, previniendo la venta de medios de represión a los regímenes no democráticos y promuevan el registro más efectivo de armas convencionales por parte de las Naciones Unidas,
combatan la corrupción, el crimen organizado y el terrorismo,promuevan que los medios masivos de comunicación estén fuera del control o injerencia de gobiernos o empresas dominantes,inculquen por medio de la educación la importancia crucial de la tolerancia para la existencia misma de una sociedad civilizada.

2) El reto de la violencia y de la gobernabilidad mundial
En un mundo lleno de conflictos violentos, una de las tareas más difíciles es hallar medios efectivos para evitar la violencia. En un mundo cada vez más interdependiente, se requiere también de un alto nivel de cooperación internacional para promover un orden mundial seguro, sostenible y equitativo. La criminalidad transnacional, las enfermedades incurables, la contaminación ambiental y la amenaza del cambio climático son pruebas adicionales para la cooperación internacional. Los liberales estamos comprometidos a fortalecer la gobernabilidad mundial a través de la Organización de las Naciones Unidas y la cooperación a nivel regional. Urgimos a todos los gobiernos a unirse en apoyo de una iniciativa para el establecimiento de un tribunal penal internacional, que tenga jurisdicción sobre los criminales de guerra. Nuestro objetivo en el siglo XXI es construir un orden liberal mundial afianzado en el estado de derecho y respaldado por instituciones mundiales y regionales idóneas.

3) El reto de mejorar la democracia.
Reconocemos que las prácticas democráticas deben extenderse con el fin de satisfacer las expectativas de sociedades más educadas y para evitar el desencanto con las formas de gobierno representativo. Los ciudadanos merecen un mejor acceso a la información, controles parlamentarios más efectivos sobre los poderes ejecutivos, mayores oportunidades de desempeñar un papel activo en la vida pública y de cuestionar a sus gobiernos. El principio de subsidiariedad debe ser respetado estrictamente a fin de otorgar la máxima autonomía a las comunidades regionales y locales. La descentralización del poder político en las comunidades autónomas es el mejor modo de darle poder a cada ciudadano.

4) La tensión entre Derechos Humanos y el autogobierno.
El autogobierno o más específicamente, la soberanía del Estado, pueden entrar en conflicto con las libertades individuales y los Derechos Humanos. Los regímenes autoritarios abusan del principio de su soberanía con la intención de obstaculizar intervenciones en favor de aquéllos a quienes les ha negado su libertad. Los liberales insistimos en que los Derechos Humanos son universales e indivisibles, que no dependen de ser ciudadano de un estado específico, ni de ser miembro de un grupo social o étnico en particular, ni del género, religión o partido político. La comunidad internacional deberá encontrar sanciones adecuadas contra los gobiernos que se nieguen a observar los principios rectores de una sociedad internacional abierta.

5) El reto para combatir la pobreza y la exclusión social.
La pobreza, el desempleo y la exclusión social arruinan la vida de los hombres, y especialmente la de las mujeres, los niños y los ancianos; siendo los principales peligros que acechan a la sociedad civil. La pobreza alimenta el desánimo y éste el extremismo, la intolerancia y la agresión. La cuestión clave para aliviar la pobreza es cómo proporcionar a la población medios de lucha contra la pobreza por sí mismos, de forma que puedan por sí solos salir de la marginación. Hacemos un llamamiento a una política social activa que cree oportunidades para la educación, el trabajo y la asistencia para los más desfavorecidos, basada en la asociación de los estamentos públicos y privados. Las instituciones públicas y los sistemas asistenciales deben ser en la medida de lo posible, más flexibles y su gestión más local, procurando promover la responsabilidad individual y actuar en consonancia con las circunstancias individuales.

6) El reto de un Estado mínimo.
La vieja idea de que es obligación del Estado organizar la vida de sus ciudadanos está en crisis o ha fracasado en todo el mundo. En las sociedades industrializadas los viejos sistemas de seguridad social y de redistribución amenazan con sucumbir, y los gobiernos presentan presupuestos que implican una presión fiscal cada vez más fuerte para las futuras generaciones. En los países en vías de desarrollo los intentos de promover exclusivamente (o en su mayor parte) el fomento mediante medidas gubernamentales están dadas al fracaso, debido a un Estado sobrecargado y a una iniciativa privada ahogada por aquél, pero que constituye el único factor que puede producir resultados sostenibles. Los liberales reconocemos que la capacidad de gobernar es limitada, que el crecimiento del gasto público es en sí mismo una amenaza a la sociedad civil, y que la reducción de los gastos del Estado deben, por lo tanto, equilibrarse en consideración de las nuevas demandas.

7) La necesidad de un nuevo contrato entre generaciones.
Reconocemos que los gobiernos, en tanto que depositarios de la sociedad, se enfrentan a tensiones que surgen de las presiones inmediatas entre la demanda y el consumo, al igual que de los intereses a largo plazo de la comunidad y el medio ambiente. Queremos un nuevo contrato entre generaciones; uno que reconozca los beneficios que los ciudadanos y consumidores actuales han recibido de inversiones anteriores; que considere la responsabilidad de mantener y renovar el entorno natural, el patrimonio cultural, los bienes públicos y el capital social de generaciones futuras. Los precios deben reflejar los costos subyacentes de la contaminación y la explotación de los recursos naturales.

8) El reto del progreso científico y tecnológico.
Damos la bienvenida a las oportunidades económicas y sociales derivadas de las nuevas tecnologías y de la innovación científica, pero también reconocemos la necesidad del control de la ciudadanía - por su posible impacto y abuso - y del establecimiento de regulaciones a nivel tanto nacionales como internacionales. El principio de precaución debe ser el principio fundamental en todos los sectores de la actividad humana. Particularmente la amenaza del cambio climático, al cual tenemos que enfrentarnos sin dilación. Es urgente la promulgación de acuerdos obligatorios y programas para la reducción sustancial del consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Su utilización debe mantenerse dentro del rango de la capacidad de regeneración de los ecosistemas. Todos los productos químicos, las sustancias obtenidas mediante ingeniería genética y los productos industriales deben ser cuidadosamente sometidos a prueba antes de su lanzamiento al mercado. También acogemos con satisfacción la revolución en las comunicaciones, que ofrece nuevas oportunidades para promover la creatividad, la descentralización y la autonomía e iniciativa individuales. Los liberales insistimos en la necesidad de que existan canales de comunicación diversos y suministrados por la libre competencia del mercado. Las redes de información y demás estructuras de comunicación deben ser ampliamente asequibles y contar con sistemas abiertos para productores, consumidores y organismos de interés público.

9) El reto de crear mercados abiertos.
Las sociedades abiertas necesitan mercados abiertos. Una sociedad liberal, abierta y tolerante requiere una economía de mercado. Las libertades políticas y económicas van juntas. Con las ideas e innovaciones del mercado y con la competencia por la mejor solución, la economía de mercado crea un progreso dinámico que proporciona la mejor oportunidad para una vida independiente. Con el principio fundamental de la propiedad privada y un marco legal que prevenga los monopolios, las economías de mercado hacen que las iniciativas privadas y económicas generen los medios para la asistencia social. Por lo tanto, las regulaciones burocráticas del mercado económico y el proteccionismo forman barreras para la apertura de nuevos retos y empleos tanto en los países industrializados como los que se encuentran en vías de desarrollo. Para lograr un desarrollo sostenible, social y ecológico, debemos trasladar las cargas fiscales, soportada en la actualidad sobre todo por los trabajadores, hacia el consumo de energía y materias primas. Sin estos cambios, los problemas del medio ambiente y del desempleo seguirán aumentando.

10) El reto del desarrollo mundial.
Los gobiernos corruptos y autoritarios, los Estados y las sociedades débiles, el desempleo, la miseria, la falta de educación y la sobrepoblación contribuyen al deterioro del medio ambiente, generan flujos migratorios y de refugiados, y provocan revueltas contra el orden político y social establecido. Alentar y apoyar el desarrollo económico de los países pobres va, por tanto, en interés propio del mundo desarrollado. También es una obligación moral. Ya que los mercados abiertos sirven mejor para promover la prosperidad, que está al alcance de los países ricos y pobres, los liberales tienen que enfatizar enérgicamente, y de la mejor forma implementar su firme convicción de que el libre comercio (dando oportunidad a los mas débiles económicamente) es la forma mas segura de superar la pobreza a nivel mundial. Por lo tanto, la resistencia al proteccionismo económico del mercado continua siendo un compromiso clave para los liberales.

Al alba del siglo XXI nos comprometemos, como liberales, a trabajar juntos para afrontar estos retos

Reafirmamos el compromiso liberal de colocar la libertad y la dignidad de cada ser humano en el centro de nuestra vida política

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Respuesta a Discusión -Liberales -Conservadores


A raiz del Articulo de Carlos Peña sobre la Homoxesualidad y Politica se produjo un interesante discusión en carta al director en el Mercurio. Postura de Agustín Squella

martes, 10 de noviembre de 2009

Internet Gratis en Rio de Janeiro


En la nueva economía tener acceso a internet es fundamental para tener igualdad de oportunidades. Ya en Rio de Janeiro ya tienen acceso gratuito en Copacabana.

Trabajemos por tener Internet para Todos en Chile


Energia renovable

Los Liberales son Energia Renovable y Sustenable.



Sociedad de la Igualdad

Los Liberal son los primeros en revelarse, cansados de los conservandores ser organizan y crean la Sociedad de la Igualdad.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Política y homosexualidad

Al tratar con respeto a los homosexuales, Piñera muestra que su empeño por construir una derecha liberal sigue en pie. Si lo logra -en contra de Kast y de Larraín- no quedará más que aplaudirlo. Carlos Peña




Piñera está empeñado en brindar igualdad de trato a las parejas homosexuales. Si le creemos a las noticias, en la franja televisiva aparecerá una pareja gay. Y uno de ellos llamará a votar por Piñera.


Si ocurre, será inédito.
Las convicciones de la derecha más tradicional -la sociedad como el intento de remedar el orden natural y la política como la continuación de la moral por otros medios- se habrían ido, gracias a la simple escena de dos hombres cogidos de la mano, al tacho.
Kast y Larraín -que llevan, el primero por asimilación y el segundo por habitus social, el conservantismo en la piel- reaccionaron de inmediato.
Ambos coincidieron en que "el énfasis de la campaña de Sebastián Piñera tiene que ser el de una familia normal entre un hombre y una mujer". De otra forma -insinuaron- el electorado conservador carecería de razones para apoyar a Piñera y el triunfo "sería más difícil" ¿No comprendían acaso, quienes idearon esa escena anormal, que la derecha debe ofrecer una alternativa a la "mazamorra disolvente que promueve la izquierda como forma de organización social"?


Las reacciones de Kast y Larraín ponen de manifiesto la tenue línea que separa a los sectores liberales de los sectores conservadores.


Se trata nada más y nada menos que de la relación entre la política y la moral. Mientras los liberales piensan que hay que separar a la una de la otra; los sectores conservadores creen que hay que mantenerlas lo más unidas posibles.


Veamos.
Todos los seres humanos tienen convicciones morales más o menos firmes. Cada hombre y mujer piensa que hay formas excelsas de vivir la vida y otras que son en cambio más bien degradadas. Nadie es indiferente frente a la más vieja pregunta de la moral: ¿cómo debemos vivir? Cada hombre y mujer, de izquierda o de derecha, rico o pobre, tiene una respuesta más o menos elaborada enfrente de esa pregunta. Y se inspira en ella para vivir su vida y enseñar a sus hijos.
La diferencia entonces entre liberales y conservadores no deriva del hecho de que algunos tengan convicciones morales y otros no.


La diferencia deriva, más bien, del alcance que cada uno concede a esas convicciones.
Los sectores conservadores -Kast y Larraín son un ejemplo de esta sensibilidad que también se encuentra en la Concertación- piensan que la política debe promover la forma de vida que ellos estiman mejor o más virtuosa y desincentivar, en cambio, aquella que les parece desviada o degradada. Ellos creen que el guión del universo nos enseña que hay una forma de vida mejor que cualesquier otra -la heterosexualidad contra la homosexualidad, el matrimonio contra la convivencia- y que la tarea de la política es promoverla.


Y una pareja gay en escena desmiente esa convicción básica.


Un liberal cree, en cambio, que es valioso que cada persona intente discernir por sí misma el tipo de vida que quiere llevar. Cada uno, piensa un liberal, tiene derecho a contar con una esfera libre de todo examen cuyas decisiones deben ser acatadas. Eso incluye cuestiones relativas a la vida afectiva y a la vida sexual. Y como ellas están atadas a la identidad de cada uno, la dignidad humana exigiría respetarlas con prescindencia de la opinión que puedan merecer.


Así entonces cuando una pareja gay aparece en una franja de la derecha no se está promoviendo esa forma de vida en particular. Simplemente es una muestra que se está dispuesto a respetar las elecciones autónomas de las personas. Al poner una pareja gay en pantalla, Piñera estaría reconociendo que el deber del Estado es tratar con igual consideración y respeto a todas las formas de vida con prescindencia de cuán normales o no le parezcan al respetable público.
Kast y Larraín entonces tienen toda la razón al erizarse.


Y es que Piñera poco a poco parece estar logrando lo que soñó a fines de los noventa y que de ahí en adelante le costó tantos tropiezos: construir una derecha genuinamente liberal.
Si se mantiene en el empeño y lo logra, no habrá más que aplaudirlo.





fuente: diario el Mercurio

viernes, 30 de octubre de 2009

Entrevista con Milton Friedman acerca de la Guerra contra la Drogas

Entrevista con Milton Friedman acerca de la Guerra contra la Drogas


Por Randy Paige Traducido por Mariano Bas Uribe

Publicado originalmente en la Schaffer Library on Drug Policy.

Lo que sigue es un extracto de “Friedman y Szaz sobre la Libertad y las Drogas”. Pertenece a una entrevista de 1991 en el “Foro Americano sobre Drogas”, un programa de debate nacional sobre asuntos públicos que se emite en los canales públicos de televisión. Randy Paige es un periodista especializado en asunto de drogas de Baltimore, Maryland, ganador de un premio Emmy; el profesor Milton Friedman ha sido Profesor Investigador Senior en la Hoover Institution sobre Guerra, Revolución y Paz en Stanford desde 1977 y se le considera el líder de la escuela económica monetarista de Chicago. El profesor Friedman ganó el Premio Nobel de Economía en 1976 y ha recibido asimismo la Medalla Nacional de la Ciencia y la Medalla Presidencial de la Libertad del Gobierno de EE.UU. en 1988.


Paige: Ocupémonos en primer lugar del asunto de la legalización de las drogas. ¿En qué piensa que mejoraría América bajo ese sistema?


Friedman: Pienso que América tendría la mitad de prisiones, la mitad de reclusos, diez mil homicidios menos al año, barrios urbanos en los que habría una oportunidad para gente pobre que viviría sin temer por sus vidas, ciudadanos que podrían ser respetables que son ahora adictos no convirtiéndose en criminales para obtener su droga, pudiendo obtenerlas con garantías de calidad. Ya sabe, ahora ocurre lo mismo que bajo la prohibición del alcohol.
Bajo la prohibición del alcohol, las muertes por envenenamiento alcohólico, por cosas que se mezclaban con el alcohol de contrabando, aumentaron bruscamente. Igualmente, bajo la prohibición de las drogas han aumentado las muertes por sobredosis, por adulteración o por sustancias adulteradas.


Paige: ¿En su opinión, en qué afectaría negativamente la legalización a América?

Friedman: El principal efecto adverso que podría tener la legalización sería que muy posiblemente habría más gente tomando drogas. Aunque esto no está claro en modo alguno. Pues, si se legalizan, se destruiría el mercado negro y el precio bajaría drásticamente. Y, como economista, sé que precios más bajos tienden a generar mayor demanda. Sin embargo esto hay que tomarlo con grandes reservas.
El efecto de la criminalización, de hacer ilegales las drogas, es conducir a la gente de las drogas blandas a las duras.

Paige: ¿En qué sentido?

Friedman: La marihuana es una sustancia pesada y voluminosa y, por tanto, relativamente fácil de interceptar. Los agentes antidroga han tenido más éxito apresando marihuana que, por ejemplo, cocaína. Así, los precios de la marihuana han subido, es más difícil obtenerla. Ha habido un incentivo para cultivar marihuana más potente y la gente se ha dirigido de la marihuana a la heroína, la cocaína o el crack.


Paige: Entonces, hablemos acerca de otra droga: el crack.
Friedman: En mi opinión el crack jamás hubiera existido sin la prohibición de las drogas. ¿Por qué se creó el crack? La manera más normal de tomar cocaína, que entiendo que era esnifarla, aspirarla, se hizo muy caro y los empresarios intentaron desesperadamente encontrar una forma de envasarla…


Paige: ¿Empresarios?

Friedman: Por supuesto, son empresarios, emprendedores. La gente que lleva el tráfico de drogas no son distintos del resto, excepto en que tienen más iniciativa empresarial y menos preocupación por dañar a otros. En ese sentido, son más irresponsables. Pero tienen un negocio y tratan de obtener tanto como pueden. Y así descubrieron que una buena forma de hacer más dinero era diluir el crack en bicarbonato u otra cosa (quiero decir, cocaína y lo que hagan, no conozco el procedimiento), para poder obtener dosis de cinco y diez dólares.

Paige: Seguiremos hablando de eso en un momento. Pero, en relación con el crack, considerando que es muy adictivo y que…


Friedman: Eso es muy dudoso. Es adictivo, pero entiendo, a partir de la evidencia médica, que no lo es más que otras drogas. De hecho todo el mundo está de acuerdo en que la droga más adictiva es el tabaco.


Paige: Bien, entonces déjeme plantearlo de otra forma. Toda la información que he recibido sugiere que es una droga muy placentera.

Friedman: Desde luego. Sin duda.

Paige: Y también que sus efectos duran muy poco.

Friedman: Sí.

Paige: Y es muy cara porque múltiples dosis cuestan un montón de dinero. Mi pregunta es: ¿Si las drogas se legalizaran y el crack estuviera disponible a bajo precio, no podría ser devastador que fuera más sencillo de obtener y así mantenerse largos periodos de tiempo tomando algo que, según dicen, es tan placentero?

Friedman: Bueno, puede ser. Nadie puede decir con seguridad qué ocurriría en ese caso. Pero pienso que es muy dudoso, porque toda nuestra experiencia con drogas legales indica que hay una tendencia en la gente de ir de las más fuertes a las más flojas y no al contrario, igual que se pasa de la cerveza normal a la “light”. Esa es la tendencia que se aprecia: de cigarrillos sin filtro a cigarrillos bajos en alquitrán y con filtro y cosas así. Pero no puedo descartar que eso que usted dice pueda ocurrir, aunque, y esto es muy importante, aunque el daño que pueda producir sería mucho menor que el actual, por muchas razones. Lo que realmente más me preocupa acerca del crack no es lo que estamos hablando: son los “bebés del crack”, porque esa es una tragedia real. Son víctimas inocentes. No eligieron ser bebés del crack, igual que quienes nacieron con el síndrome alcohólico fetal.


Paige: Como usted sabe, ya estamos experimentando esa situación en proporciones propias de una epidemia. Uno de cada cuatro bebés ingresados en un hospital en Maryland, se lo aseguro, es adicto.


Friedman: Pero, le diré; no es que los bebés del crack sean necesariamente adictos, sino que tienden a nacer bajos de peso, tienen a tener problemas mentales y cosas así. Pero usted sabe que el número de afectados por el alcohol es mucho mayor. Aquí surge el problema. Eso es lo que me preocupa.


Ahora, supongamos que lo legalizamos. Bajo las circunstancias actuales, una madre adicta al crack tendría miedo de someterse a un tratamiento prenatal, porque se ha convertido en una delincuente, está amenazada con ir a la cárcel. Con las drogas legalizadas, ese temor desaparecería. Y, sabe usted, incluso las madres adictas al crack tienen un sentimiento de responsabilidad para con sus hijos.

No tengo ninguna duda de que bajo esas circunstancias, sería posible tener un sistema de protección prenatal mucho más efectivo, un sistema mucho más efectivo de intentar persuadir a la gente que consume drogas a no tener hijos o dejarlas si los tienen.


Paige: Ocupémonos ahora sobre cómo llegó al convencimiento de que las leyes sobre drogas podían no estar actuando tal y como esperaba la nación. Dígame qué es lo que le hizo cambiar de ideas o de forma de pensar.

Friedman: Bueno, yo no diría “cambiar”. Más bien diría “formar” mi pensamiento, porque no recuerdo que nunca estuviera a favor de la prohibición del alcohol o las drogas. Yo crecí… Soy suficientemente viejo para haber vivido parte de la era de la prohibición.

Paige: ¿Y la recuerda?

Friedman: Recuerdo una ocasión en que un compañero de graduación sueco en Columbia quiso llevarme al centro a un restaurante para tomar una comida sueca y me enseñó lo que era el licor aquavit. Era un restaurante en el que este compañero sueco había estado consiguiendo aquavit en plena prohibición, se lo estaban vendiendo. Y esto ocurría justo después de desaparecer la prohibición. Fuimos allí y les pidió aquavit. “¡Oh, no! Aún no tenemos nuestra licencia”. Al final, habló con ellos en sueco y les convenció de llevarnos a la trastienda donde nos dieron un vaso a cada uno. Eso demuestra lo absurdo que era.

La prohibición se suprimió en 1933, cuando yo tenía 21 años, así que yo era un adolescente durante la mayor parte de ella. El alcohol estaba fácilmente disponible. El contrabando era común. La idea de que la prohibición del alcohol impedía a la gente beber era absurda. Había tabernas clandestinas por todas partes. Aún más. Teníamos el espectáculo de Al Capone, los secuestros, las guerras de gángsteres…

Cualquiera con dos ojos podría ver que fue un mal negocio, que estaban haciendo más mal que bien. Además, me convertí en economista. Y como economista tenía que reconocer la importancia de los mercados y de la libre elección y la soberanía del consumidor y llegar a descubrir el mal que se produce cuando se interfiere en ellos. Las leyes contra las drogas se aprobaron en 1914, pero no se aplicaron muy estrictamente.

Paige: ¿Se refiere a la Harrison Act?

Friedman: La Harrison Act. No se aplicó muy estrictamente hasta después de la Segunda Guerra Mundial, para entonces yo ya había sido capaz de ver los efectos negativos de los controles de precios y de rentas y de otros intentos gubernamentales de interferir en cosas del mercado. Así que nunca llegué a estar a favor.

Paige: ¿Hubo algún acontecimiento concreto, algo de lo que usted fuera testigo que le impresionara o fue…?

Friedman: No, no hubo ningún acontecimiento. Fue un efecto acumulativo.
Paige: Por supuesto, usted sabe que hay quienes dicen que cuando desapareció la prohibición, el consumo se incrementó enormemente y que eso sería…

Friedman: Perdone, pero eso sencillamente no es verdad. Las cosas no fueron así. La verdad…

Paige: Se ha argumentado. Se ha argumentado eso.

Friedman: Existen cifras estadísticas incluidas en publicaciones acerca de la cantidad de alcohol consumida. Esas cifras suben abruptamente inmediatamente después la época de la prohibición, pero se refieren al consumo “ilegal” de alcohol. Si tomamos, como he hecho, las tablas de consumo de alcohol antes y después de la época de la prohibición, dicho consumo vuelve más o menos a donde estaba y durante el periodo posterior, si se ha movido ha sido disminuyendo, no en términos absolutos, sino en relación con la población y el crecimiento relativo de los ingresos.
Durante un tiempo, subió bastante lentamente, a la vez que los ingresos, con una excepción. Durante la Segunda Guerra Mundial, se disparó hacia arriba. Pero eso también ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. Por supuesto, nunca hubiera prosperado la prohibición si no hubieran estado todos los hombres jóvenes en Francia cuando se votó, así que las mujeres tuvieron una influencia extraordinaria en la misma. Pero lo mismo ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Y después de la Segunda Guerra Mundial, volvió a bajar. Y más recientemente, el consumo de alcohol ha ido bajando desde una base per capita. Así que, sencillamente no es verdad que hubiera un tremendo incremento.

En lo que se refiere a las drogas, hace algunos años, Alaska legalizó la marihuana. El consumo de marihuana entre los estudiantes de bachillerato de Alaska bajó. Los holandeses, en Holanda, no penalizan las drogas blandas, como la marihuana y preferirían no proscribir las drogas duras, aunque se ven obligados por los compromisos internacionales que han contraído, y el consumo de marihuana entre los jóvenes ha bajado. Y también es interesante que la edad media de consumidores de drogas duras haya subido, lo que significa que no hay nuevos consumidores.
Así que la evidencia es muy variada. Pero tengo que admitir que una consecuencia negativa de la legalización de las drogas es que podría haber más adictos. Sin embargo, me gustaría ver esto desde otra perspectiva.

Un niño que recibe un disparo en un barrio por un tiroteo por una bala perdida es una víctima inocente, en todos los sentidos del término. La persona que decide por sí mismo tomar drogas no es una víctima inocente. Ha elegido ser una víctima. Y tengo que decir que me inspira muchísima menos simpatía. No creo que sea moral imponer esos enormes costes a otra gente para protegerla de sus propias decisiones.

Paige: Para que podamos entender el origen real de esas convicciones, qué le parece si hablamos un momento desde la perspectiva económica del libre mercado y cuál cree que sería el papel apropiado del gobierno en relación con los individuos.

Friedman: El papel apropiado del gobierno sería exactamente el que dijo John Stuart Mill en el siglo XIX en “Sobre la libertad”. El papel adecuado del gobierno sería evitar que otra gente dañe a una persona. El gobierno, dijo, no tiene nunca derecho a inmiscuirse en la vida de una persona por el propio bien de esa persona.

El caso de la prohibición de las drogas es exactamente el mismo que prohibir a la gente comer más de lo debido. Sabemos que el sobrepeso causa más muertes que las drogas. Si en principio está bien que el gobierno diga que no debemos consumir drogas porque nos pueden dañar, ¿por qué no sería correcto que nos diga que no debemos comer demasiado porque nos puede dañar? ¿Por qué no sería correcto que nos diga que no hagamos paracaidismo porque nos podemos matar? ¿Por qué no estaría bien decir “Oh, esquiar no está bien, es un deporte muy peligroso, te harás daño”? ¿Dónde ponemos el límite?

Paige: Bien, apostaría que el anterior responsable antidroga William Bennett y otros tipos en esa línea, probablemente sugerirían que la venta y distribución actual de drogas ilegales es, de hecho, una empresa que daña a otras personas y que el gobierno debe intervenir…

Friedman: [Simultáneamente] Daña a mucha más…

Paige: …para proteger a los más vulnerables.

Friedman: Daña a mucha más gente, pero principalmente por estar prohibida. Actualmente hay un número enorme de víctimas inocentes. Tenemos a la gente a la que le roban sus bolsos, a las que les golpea en la cabeza, gente que trata de conseguir suficiente dinero para su próxima dosis. Tenemos a la gente muerta en las diversas guerras de la droga. Tenemos la corrupción del entorno legal. Tenemos a las víctimas inocentes que son los contribuyentes que tienen que pagar por más y más prisiones y más y más reclusos, y más y más policía. Tenemos al resto de nosotros que no tenemos una aplicación decente de la ley porque todos sus agentes están ocupados tratando de hacer lo imposible.

Y, por fin, tenemos a la gente de Colombia, Perú y otros países. ¿Qué conseguimos destruyendo y enviando a la muerte a miles de personas en Colombia porque no podemos aplicar nuestras propias leyes? Si pudiéramos aplicar nuestras leyes contra la droga, no habría mercado para esas sustancias. Colombia no estaría como está.

Paige: ¿No es cierto que aquí toda la discusión, todo el problema de la droga es un problema económico para…?

Friedman: No, no es un problema económico en absoluto. Es un problema moral.

Paige: ¿En qué sentido?

Friedman: Soy economista, pero el problema económico es estrictamente secundario. Es un problema moral. Es un problema del daño que está infligiendo el gobierno.
He estimado estadísticamente que la prohibición de las drogas produce, de media, diez mil homicidios al año. Es un problema moral que el gobierno ocasione la muerte de diez mil personas. Es un problema moral que el gobierno criminalice a gente, que puede que esté haciendo cosas que usted y yo no aprobaríamos, pero que no hacen nada que dañe e otros. La mayor parte de los arrestos por droga son por posesión de consumidores esporádicos.

Aquí tenemos a alguien que quiere fumar un cigarrillo de marihuana. Si le pillan, va a la cárcel. ¿Es eso moral? ¿Es adecuado? Creo que es una auténtica desgracia que nuestro gobierno, que se supone que es nuestro, pueda estar en situación de convertir en criminales a gente que no daña a otros, de destruir sus vidas mandándolos a la cárcel. Para mí, se trata de eso. La parte económica sólo se necesita para explicar por qué tiene esos efectos. Pero las razones económicas no son las razones básicas.

Por supuesto, estamos despilfarrando dinero en ello. Diez, veinte, treinta mil millones de dólares al año, pero eso es lo de menos. Despilfarramos esas cantidades de muchas otras formas, como pagando cosechas que no se van a producir.

Paige: Hay muchos a los que les gustaría ver la economía… cómo la economía del negocio de las drogas a afecta a la principales ciudades del interior de América, por ejemplo.

Friedman: Por supuesto, lo hace, y porque está prohibida. Mire, si observa la guerra contra las drogas desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno es proteger al cártel de las drogas. Esta es la realidad, literalmente.

Paige: ¿Lo hace bien?

Friedman: Excelentemente. ¿Qué quiero decir con esto? En un libre mercado normal (digamos, de patatas, carne o lo que quiera), hay miles de importadores y exportadores. Cualquiera pueda entrar en el negocio. Pero es muy difícil que un pequeño empresario pueda dedicarse al negocio de importación de drogas, porque nuestros esfuerzos por impedirlo esencialmente lo hacen enormemente costoso. Así que la única gente que puede sobrevivir en ese negocio son ese tipo de gente como el cártel de Medellín, que tienen suficiente dinero como para tener flotas de aviones, métodos sofisticados y cosas así.

Además de eso, al no permitir esos productos y arrestar, por ejemplo, a los cultivadores locales de marihuana, el gobierno mantiene alto el precio de esos productos. ¿Qué más querría un monopolista? Tiene un gobierno que se lo pone muy difícil a todos sus competidores y mantiene alto el precio de sus productos. Es como estar en el cielo.

Paige: Por supuesto, usted sabe que hay teóricos de conspiraciones que sugieren que eso ocurre por una razón, que es porque los gobiernos están de acuerdo con los traficantes de droga: usted no diría eso.

Friedman: No, no. En absoluto digo eso. Ya sabe usted, una y otra vez en política las buenas intenciones se tuercen. Y las buenas intenciones se tuercen porque se gasta dinero de otros.
Paige: Muchos dirían que muchas de sus teorías se basan en la idea del propio interés: si interesa a un individuo hacer algo, lo hará.

Friedman: No es una teoría y nadie lo negará. ¿Hay alguien que pueda negar que lo que cabe esperar es que cada persona persiga sus propios intereses? Otra cosa es que esos intereses personales no tienen por qué ser limitados. La Madre Teresa persigue su propio interés personal igual que Donald Trump persigue el suyo. Pero ambos persiguen un interés personal.

Paige: Algunos dirían que esa idea (que los intereses personales son los que impulsan a las sociedades y a las personas) es una filosofía despiadada y que los más pobres no saldrían bien parados con esas ideas. Ya ha oído eso antes.

Friedman: Sí, por supuesto. Pero la evidencia es abrumadora. Los únicos países del mundo en los cuales las gentes de bajos ingresos han llegado a conseguir un nivel de vida medianamente decente son aquéllos que confían en mercados capitalistas. Sólo compare la calidad de vida, el nivel de vida de la gente común en Rusia y en, no quiero decir EE.UU., pero en Francia, en Italia, en Alemania, en Inglaterra o en Hong Kong. Compare Hong Kong con la China continental.

Cada sociedad se guía por su interés personal. China continental se guía por su propio interés. La pregunta es ¿Cómo se disciplina el propio interés? La única forma de satisfacer tu propio interés es consiguiendo algo por lo que otra gente está dispuesta a pagar. Tenemos que…

Paige: O haciendo renunciar a otra gente a punta de pistola, supongo.

Friedman: Si puede.

Paige: En último caso.

Friedman: En último caso. Pero así no conseguiremos su cooperación. Podemos ser capaces de matarles. Podemos ser capaces de tomar su riqueza. Pero eso no creará más riqueza. Así, las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas. Eso es cierto si vemos Hong Kong frente a China continental, Alemania Oriental frente a Alemania Occidental, Checoslovaquia antes de la Segunda Guerra Mundial y hoy día. No hay ninguna excepción a esta afirmación.

Adam Smith lo expresó de la mejor manera posible hace doscientos años, cuando dijo que la gente que sólo busca perseguir su propio interés se ve guiada por una mano invisible que promueve el interés público, aunque este no forme parte de su intención. El Señor Ford no desarrolló el automóvil Ford por el interés público. Lo hizo por su interés privado.

Paige: Pero Adam Smith también vio un papel para el gobierno, por ejemplo, en la administración de justicia, ¿no?

Friedman: Yo también. No soy partidario de que no haya gobierno. Creo que hay una función real para el gobierno. Y una de las razones por las que me opongo a muchas de las cosas de las que se ha ocupado el gobierno es porque eso hace que no realice sus auténticas funciones. Una función básica es evitar que nos roben en la casa, que nos golpeen en la cabeza. Y puesto que la mayor parte de muestra maquinaria de cumplimiento de la ley se dedica a la guerra contra las drogas, no tenemos ese tipo de seguridad.

Paige: Pero, sin duda, ahí aparece el argumento de que si la policía acude y se lleva a una persona adicta a una droga que no tiene dinero para comprarla, también está sacando de la calle a un potencial ladrón que podría entrar a robar en mi casa, ¿no?

Friedman: Lo está, pero habría más en camino, como sabemos, y además ¿qué van a hacer con él? ¿Lo van a encarcelar? La mayoría de esta gente arrestada lo es simplemente por posesión, son consumidores esporádicos.

Paige: Sin embargo, la anciana de sesenta y cinco o setenta y cinco años que mira por la ventana y ve a traficantes de droga en la calle portando armas y vendiendo a la puerta de su casa tiene derecho a llamar a la policía y decir “quiero que esa gente no esté en mi calle”.

Friedman: Sin duda.

Paige: Y la policía debería quitarles de la calle. ¿Correcto?

Friedman: Sin duda. Pero es un error tener una ley que convierte en eso la principal función de la policía. No culpo a la policía. No culpo a esa mujer. No culpo a los traficantes de drogas.
Paige: ¿En qué sentido?

Friedman: Les ponemos en una situación en la que eso es lo que hay que hacer. Cuando decimos a un joven de los suburbios, “Mira, tienes un trabajo razonable de MacDonalds o en cualquier otro lugar, ganarás cinco, seis, siete dólares a la hora. Pero por otro lado, está la posibilidad de trapichear con drogas en la calle”. ¿Por qué tienen esa posibilidad los jóvenes? Porque la ley es menos severa con los jóvenes que con los adultos.

Paige: ¿Pero cómo cree que afectaría la legalización a los pobres de este país?

Friedman: ¿Los pobres? Depende de qué pobres. Pero en general, la legalización por sí misma no tendría ningún efecto significativo para los pobres. Podría ofrecer mejores oportunidades para los pobres haciendo a las ciudades más seguras y un lugar donde podrían tener un negocio decente y adecuado. Podría ofrecer una oportunidad para mejorar la escolaridad. El deterioro de la escolarización, que es otro caso de socialismo ineficaz, tiene tanto que ver con los problemas de los suburbios como las drogas. Las drogas no son lo único sobre lo que hay que trabajar.

Pero no creo que la legalización deba contemplarse principalmente como una manera de ayudar a los pobres. La legalización es una manera de evitar (como ciudadanos en nuestro forum) que el gobierno utilice nuestro poder para dedicarse a una conducta inmoral que mata gente, quitando la vida sin necesidad a personas en EE.UU., en Colombia y en todas partes.

Paige: Así que usted ve la actividad actual del gobierno como si el Tío Sam fuera a apuntar con un arma a la cabeza de alguien.

Friedman: Eso es lo que está haciendo, por supuesto. Ahora mismo, el Tío Sam no sólo está apuntando a la cabeza de alguien, está apuntando a su propiedad sin un proceso legal adecuado. Los antidroga están expropiando propiedades, en muchos casos de gente inocente sin tener cargos reales contra ellos. Están convirtiendo a ciudadanos en espías e informadores. Decimos a la gente que llame, no hace falta dar el nombre, sólo para compartir sospechas. Esa en una forma terrible de gobernar lo que se supone es un país libre.

Paige: Ocupémonos entonces en los últimos minutos de cuál es su visión concreta. Bajo su sistema, si pudiera pedir un deseo y que se hiciera realidad, ¿qué sistema sería? ¿Cómo legalizaría las drogas? ¿Cómo se ocuparía de ello?

Friedman: Legalizaría las drogas sometiéndolas exactamente a las mismas normas que existen hoy día para el alcohol y el tabaco. El consumo de alcohol y tabaco causa más muertes que el de las drogas, con mucho, pero muchas menos víctimas inocentes. Y las principales víctimas inocentes, en esos casos, son los muertos por conductores borrachos. Y tenemos que hacer cumplir la ley contra conducir bebidos, igual que tenemos que hacer cumplir la ley contra las conducción bajo la influencia de la marihuana, lo cocaína o cualquier otra droga.

Pero trataría, al menos como primera medida, de tratar a las drogas exactamente de la misma forma que ahora tratamos al alcohol y al tabaco, nada más.

Paige: Usted sabe lo que diría el Representante Charles Rangel (Demócrata – Nueva York).

Friedman: He escuchado a Charles Rangel. Es un demagogo, que no ha relacionado lo que dice con los intereses de sus electores. Sus propios electores, la gente a la que sirve, están entre las personas que más se beneficiarían con la legalización de las drogas. Charles Rangel persigue su propio interés.

Paige: Perdóneme por haber citado a alguien, pero sólo quería mencionar una respuesta típica parecida a que si se tratan como el alcohol, hablaríamos de anuncios de cocaína a toda página en revistas. Hablaríamos de anuncios en televisión. Hablaríamos de comprar cocaína…

Friedman: Perdóneme. Anunciar alcohol en televisión está prohibido hoy en día.
Paige: Sólo para licores de alta gradación

Friedman: Para licores de alta gradación. Y digo tratarlas igual que tratemos al alcohol. Así que supuestamente esos anuncios estarían prohibidos.
Pero, por supuesto, en todo caso yo no prohibiría a nadie leer a Mr. Rangel y eso que sus ideas son al menos tan peligrosas como esos anuncios a toda página de los que usted habla.

Paige: ¿Qué es lo que más teme ante la idea de que las drogas sean legales?
Friedman: No temo nada ante la idea de que las drogas sean legales.

Paige: Nada.

Friedman: Lo que me da miedo es la idea de continuar por el camino actual, que destruiría nuestra sociedad libre, convirtiéndola en un lugar no civilizado. Actualmente sólo hay una manera real de hacer cumplir las leyes contra las drogas. La única forma de conseguirlo es adoptar las políticas de Arabia Saudita o Singapur, que aplican otros países, en los cuales un adicto a la drogas está sujeto a la pena capital o, como mínimo, a que le corten las manos. Si queremos tener penas como ésas… ¿pero sería una sociedad en la querríamos vivir?

Paige: ¿Le parecen evidentes esas ideas?

Friedman: Sí. He pensado en ellas durante mucho tiempo. He observado su funcionamiento en este país y en otros durante mucho tiempo. Y encuentro prácticamente increíble cómo la gente puede apoyar el sistema actual de prohibición de las drogas. Hace mucho más mal que bien.

Paige: Si son tan evidentes, ¿por qué está usted tan en minoría, especialmente entre…?

Friedman: Por supuesto. Muy buena pregunta. Y la respuesta es que hay muchos intereses creados que han surgido a partir de la actual guerra contra las drogas. ¿A quién se escucha cuando se habla de drogas? A la gente que tiene la obligación de aplicar las leyes antidroga. Que creen que hacen lo correcto. Son buenas personas. Todos creemos que lo que hacemos merece la pena. Nadie lo hace por motivos perversos. Pero todo es igual en el gobierno.

Paige: ¿No cree que el miedo es uno de los principales apoyos de la actual guerra contra las drogas? Miedo a que, sin ella, se pueda discutir sobre el fondo.

Friedman: Sí, pero es un falso miedo y un miedo promovido. Fíjese en lo que dijo el anterior responsable antidroga, Mr. Bennet. En primer lugar, afirmó que el consumo de alcohol al terminar la prohibición se triplicó o cuadruplicó o algo así. Estaba equivocado, sencillamente equivocado en los hechos. Creó todo tipo de miedos al hablar sobre cuántos nuevos adictos podría haber. Nunca ha presentado la más mínima evidencia, nunca ha ofrecido ejemplos de otro lugar o cualquier otra cosa. ¿Por qué? Porque tiene que hacer su trabajo.

Paige: Intereses creados, dice usted.

Friedman: Intereses creados, intereses propios, los mismos intereses propios a los que se opone la gente en el mercado. Pero en el mercado, si inicias un proyecto, tienes que financiarlo de tu propio bolsillo.

Paige: Última pregunta. Usted tiene nietos.

Friedman: Es verdad.

Paige: Tiene una nieta de dos años.

Friedman: Sí.

Paige: ¿Que se llama…?

Friedman: Se llama Becca.

Paige: Cuando mira a Becca ¿qué imagina para ella y su futuro?

Friedman: Depende totalmente de lo que nosotros y nuestros conciudadanos hagamos con nuestro país. Si continuamos dirigiéndonos cada vez más en dirección al socialismo, no sólo inspirado mediante la prohibición de las drogas, sino mediante la socialización de escuelas, la socialización de la medicina, la regulación de las industrias, imagino para mi nieta algo equivalente al comunismo soviético de hace tres años.

Paige: ¿Le preocupa que las drogas afecten de alguna forma a su nieta?

Friedman: No me preocupan las drogas, sino que el gobierno haga algo respecto de ellas. No me preocupa que ella pueda ser adicta. Tiene buenos padres. Sus padres le ofrecerán buenos modelos…

Paige: Me refería a la violencia alrededor del tráfico de drogas, el…

Friedman: La violencia se debe a la prohibición y nada más. ¿Cuánta violencia hay alrededor del mercado del alcohol? Alguna, sólo porque prohibimos la venta de alcohol a los niños, que debe hacerse, y también porque establecemos impuestos muy altos y, como consecuencia, se incentiva el contrabando. Pero no hay más violencia en su entorno.